Nuestra postura ante el sindicato Durante las primeras décadas del siglo XIX, asistimos al proceso de expansión del modo de producción capitalista, hasta hacerse predominante en las viejas formaciones sociales de Europa y de América del Norte. La implantación del capitalismo supone la aparición de nuevas clases sociales: burguesía y proletariado. El proletariado se forma a base de por una parte, campesinos que emigran a las ciudades buscando mejores oportunidades de vida y, por otra, a base de artesanos que la competencia del capitalismo deja sin trabajo. Esta nueva clase en razón de su novedad, inexperta y desorganizada, queda desarmada en manos de la explotación burguesa. Pronto surgen de entre los propios trabajadores intentos de mejorar sus condiciones de vida y sacudirse el yugo de la explotación capitalista. Las primeras iniciativas parciales, de reducido ámbito y alcance (tales como cajas de resistencia, mutuas, etc...) van cuajando en una alternativa de lucha organizada de clase que arraiga bien entre los trabajadores y que se convierte en la primera organización de clase, de masas, de la clase obrera: el Sindicato. El Sindicato surge, pues, como el intento de la clase obrera de luchar organizadamente contra la explotación capitalista, es una organización primordialmente defensiva, propia de una primera etapa de la evolución del Movimiento Obrero. Es una organización fundamentalmente reivindicativa, limitada al terreno de las condiciones de vida de los trabajadores, aunque puedan incidir a nivel político presionando a los parlamentos burgueses. 2.- Sindicatos y partidos de clase La experiencia de la práctica de los sindicatos en la lucha de clases, arrojaba un balance insuficiente cara a los intereses globales de la clase. En efecto, si bien era cierto que los sindicatos habían mejorado las condiciones de vida de los trabajadores y habían elevado su nivel de conciencia y organización, no era menos cierto que la lucha de clases abarcaba más campos que la empresa y la lucha económica. Poco a poco, surge entre los trabajadores conscientes el sentimiento de que era a nivel de "política", de "Estado", donde había que jugarse las cartas fundamentales en la lucha de clases. Esto fue lo que Marx formuló, traduciendo las experiencias y aspiraciones concretas del proletariado en la segunda mitad del siglo XIX. Para la batalla a nivel político había que crear los instrumentos necesarios. El sindicato no servía: Se había especializado tanto que no podía transformarse. El nuevo salto cualitativo en la lucha de clases había de romper por otra vía. Asistimos así a la creación de los partidos de clase, los partidos obreros. Hasta entonces la presión "política" la habían ejercido los trabajadores desde los sindicatos y a través de los partidos de la izquierda burguesa, que defendían en los parlamentos determinadas aspiraciones de los trabajadores a cambio del apoyo electoral de los sindicatos. Pero esta era una intervención política indirecta, mediatizada, insuficiente, en definitiva. Así empieza a propugnarse la intervención obrera directa en política, mediante la creación de partidos autónomos (separados de la burguesía) de clase: los partidos obreros. El intento que cuaja, con más éxito es el del partido social-demócrata alemán. A su imagen van apareciendo partidos socialdemócratas y socialistas en todos los países conectándose posteriormente a nivel internacional. Posteriormente ante el progresivo revisionismo y reformismo de los partidos socialdemócratas, surgió un nuevo modelo de partido de clase, el partido bolchevique y los partidos comunistas en general y que tomaron el relevo de los socialdemócratas en la lucha revolucionaria. Desde sus orígenes, los partidos obreros llevan en sí una tara: la fragmentación de campos que la burguesía ha impuesto. El Movimiento Obrero ha escindido sus fuerzas en dos organizaciones de clase, correspondientes a las dos parcelas fundamentales que la burguesía marca en toda formación social: el ámbito de la producción y el ámbito del Estado y la gestión pública. Así queda consumada prácticamente, y justificada teóricamente también, la tradicional parcelación organizativa entre sindicato y partido aunque se abogue su unidad estratégica y su convergencia táctica. La práctica lleva a imponer la necesaria unificación de ambas organizaciones, pero el marco teórico en que podría hacerse no permitía la superación de la parcelación organizativa. Ello habría de conducir forzosamente al sometimiento de una de las instancias a la otra. Quedó sometida la menos globalizadora, la menos decisiva a la hora de lo fundamental en la lucha de clases: el sindicato se convirtió en apéndice del partido, incluso en la correa de transmisión del partido a la clase obrera. Las consecuencias de este hecho son muchas. De positivo tenemos el nuevo paso cualitativo en el proceso de crecimiento en conciencia y organización que la aparición de los partidos de clase supone. Sería ocioso inventariar sus éxitos a nivel de capacidad de encuadramiento de la clase obrera, a nivel de mejora general de la vida de los trabajadores, a nivel incluso de creación de una sociedad de nuevo cuño como la que se consiguió en Rusia y otros países, aunque en la práctica su carácter socialista sea más que dudoso. Las insuficiencias de la alternativa no son menos fuertes. La clase obrera las ha ido descubriendo a lo largo de décadas de lucha, de proceso revolucionario. Hoy va estando ya capacitada, para formularlas y superarlas creando un nuevo enfoque del proceso revolucionario, tanto desde el punto de vista de los objetivos como de la organización y los métodos de lucha. 3.- Insuficiencias del dualismo organizativo partido- sindicato Las insuficiencias del enfoque de la lucha de clases desde el dualismo organizativo partido-sindicato que la práctica ha demostrado, son las siguientes en lo fundamental: a) Parcelación de la lucha, con lo que se pierde el sentido de totalidad, la práctica de totalidad, sin la que la revolución no es posible, sin la que la clase obrera queda sometida al marco de la lucha que la burguesía señala. La parcelación organizativa de la clase obrera en partido y sindicato, aparte de la pérdida del sentido de totalidad, impide la incorporación de otros niveles a la lucha revolucionaria, niveles que no caben de un modo pleno a niveles de partido o sindicato clásicos y que son imprescindibles para el éxito de la tarea revolucionaria, tales como la necesaria construcción de la comunidad revolucionaria, la tarea de transformación socialista de la conciencia de los trabajadores, etc... b) Imposibilitación de que la clase obrera se construya como sujeto revolucionario en cuanto tal clase y sin mediaciones. En efecto, la escisión partido-sindicato consigue sentenciar la minoría de edad política de la clase obrera. Las masas obreras se adscriben al sindicato y se autolimitan al juego de leas reivindicaciones económicas, cediendo la gestión de su intervención política al partido mediante sus vetos en las elecciones burguesas. Así, la clase obrera, se construye cotidianamente como una clase que sólo aspira a la lucha reivindica. En el partido participa activamente una minoría de la clase, sus élites, que se convierten en los gestores de los intereses de los trabajadores en la región "política". El sindicato queda sometido estratégicamente al partido por la mayor globalidad de este, y en consecuencia, las masas obreras, la clase en cuanto tal median la gestión "política" de sus intereses en el partido, en quien delegan convirtiéndolo en su propia vanguardia dirigente. De esta forma, la clase obrera renuncia como tal clase a construirse como sujeto político, como sujeto del proceso revolucionario. c) Estas realidades cultivan la asimilación de la clase obrera por la cultura burguesa, su adaptación al modelo burgués de sociedad. De rebote, los partidos, para no aislarse de las masas a las que han abocado al economicismo forzoso, tienen que hacerse reformistas, pues dependen de esas masas despolitizadas, adaptadas a la sociedad burguesa, mediante unos votos en unas elecciones burguesas. La renuncia de la clase obrera a un protagonismo revolucionario cotidiano formulado y organizado por los propios militantes obreros, la convierte en una masa amorfa sin conciencia de clase, sin experiencia de organización y lucha revolucionaria, la hace renunciar a ser sujeto revolucionario, a sus intereses objetivos y estratégicos de clase en definitiva, la derrota de antemano en la lucha de clases. De esta forma, el parlamento se convierte en el concertador del pacto social entre la burguesía y proletariado, en nombre del cual firman las organizaciones obreras reformistas, la propia clase obrera, participa en la unificación de la política burguesa en el parlamento, en la racionalización de la política y la economía burguesas. Las burguesías evolucionadas e inteligentes aceptan y fomentan este hecho. Dejan de echar a los socialistas y comunistas a los leones, les permiten salir de sus catacumbas, les apoyan, le miman, los subvencionan, incluso convierten su doctrina en la del estado, las "constantinizan" en definitiva, a cambio de que dejen soliviantar radicalmente a los esclavos, a cambio de que prediquen la reforma, pacífica y civilizada y el pacto necesario para ello. 4.- La necesidad de superar el modelo organizativo tradicional: Por la organización de la clase Todo ello descubierto en la reflexión sobre la historia del Movimiento Obrero, tiene que mover a los revolucionarios de hoy a remover muchos dogmas y muchas inercias en los modelos organizativos y los métodos de la clase obrera. Es claro que se erige una profunda revisión de todo ello, concluyendo en una nueva alternativa que supere los esquemas de las fases anteriores de la historia del Movimiento Obrero, convertidos ya en auténticos callejones sin salida para los intereses estratégicos del proletariado. Hoy ya tenemos los elementos suficientes para construir esa alternativa tanto a nivel de objetivos como en el de la práctica concreta. Este nuevo enfoque de la organización y el método de lucha del proletariado partiría de la negación de las formas caducas, del esquema dualista partido- sindicato. Sus insuficiencias bloquean de modo insuperable el proceso revolucionario. En evolución, la excesiva adaptación al medio imposibilita para el progreso cualitativo, éste avanza rompiendo por otros caminos. Así ocurre también en la historia del proletariado en lucha. El nuevo salto cualitativo apunta por la superación de las tres insuficiencias fundamentales del esquema anterior: fragmentación orgánica del proletariado y su consecuente ruptura de la totalidad de clase, imposibilidad de que la clase obrera se construya como sujeto revolucionario en cuanto tal clase, asimilación de la clase obrera a la cultura burguesa, su adaptación a la sociedad burguesa y el consecuente reformismo de las organizaciones de clase a las que en sus perspectivas les falta el salirse de ese marco fatal. Nos negamos pues a trabajar a nivel de objetivos, a nivel de línea estratégica política por el encuadramiento de la clase obrera en un sindicato de clase según los modelos clásicos. Y ello por muy de clase, democrático... que se pretenda que sea. No se trata a estas alturas de evolución de la lucha de clases de "reformar" el sindicato. Es una especie tan constituida, tan adaptada al medio que no puede modificarse en sus perspectivas estratégicas, que es lo que realmente interesa. Un sindicato, matiz más, matiz menos. Su asentamiento con garra en la clase obrera, su estabilización en un régimen liberal burgués encuadrando a amplias masas de la clase obrera supondría el alejamiento por muchos años de la posibilidad, de revolución proletaria. Paralelamente nos negamos también a convertirnos nosotros, como organización militante, en un partido político obrero. Nos negamos a institucionalizarnos como vanguardia consciente y dirigente de la clase obrera, bloqueadora del protagonismo político de la clase obrera como tal clase, reductora del proletariado a los límites de la reforma económica, a los límites de la minoría de edad política. Y no se trata tampoco de "reformar" los partidos, de hacer un partido como debía ser. Porque consideramos que aún un partido "como debía ser", es bloqueador del salto cualitativo que hoy tiene que dar el proletariado en los terrenos de la organización y los métodos de lucha. Nosotros luchamos por la construcción de la Organización de la clase. Por Organización de la clase entendemos una estructura que encuadrando a amplios sectores de la clase obrera, no reduzca sus objetivos al terreno reivindicativo, aunque parta de la lucha por la mejora de las condiciones de vida y trabajo, asumiendo así la función clásica de un sindicato y asegure el encuadramiento de las masas. La Organización de la Clase, al propio tiempo y por ella misma asumiría la función clásica de un partido político: lucha por la destrucción del aparato de Estado de la burguesía. En esta línea habría que desplazar el acento central de la lucha política desde las estructuras formales del estado burgués hasta los barrios, auténtica "polis" para el proletariado, desde la que reivindicar la dignidad en su ámbito de vida y convivencia. Y junto a todas esas tareas, la Organización de la Clase tendría que abrir también desde ella misma nuevos campos de lucha: La construcción de la comunidad revolucionaría, la lucha ideológica, la autoeducación política de las masas... la puesta en pie, en definitiva, de una revolución integral. Por todo ello nuestra consigna hoy es: ¡Por la construcción de la Organización de la Clase! y no ¡Por la construcción del auténtico sindicato de clase! 5.- Organización de la Clase y Sindicatos: Estrategia y táctica Hasta aquí, nuestra línea estratégica, el nivel de los principios. Pero el análisis de las actuales perspectivas organizativas para la clase obrera, y aun las próximas coyunturas, tanto si sale adelante el proyecto del Gobierno, como si triunfan las posturas de la oposición burguesa y de la izquierda reformista, nos manifiesta, si no cerramos peligrosamente los ojos, que la línea que nosotros preconizamos no es la que tiene el mayor porcentaje de posibilidades de desarrollarse. Hay pues que afrontar esta realidad sin empecinarnos en sacar adelante, de golpe, los objetivos. Hemos de situarnos en la realidad inmediata, desenvolvernos en ella, escrutándola para ver por dónde nuestra tarea puede empujar hasta el nivel de los objetivos. Es el principio de la táctica. Lo contrario sería un voluntarismo necio, un puro izquierdismo. Esto no quiere decir que la táctica inmediata absorva los principios, los objetivos a medio y largo plazo, transformándose de camino, de opción coyuntural en meta, en postura permanente (aunque los "principios" se mantengan en el nivel de la teoría, como un apartado del "programa"). Esto es lo que ha sucedido a las organizaciones de clase que se convirtieron en reformistas, tales como los partidos socialdemócratas, socialistas y comunistas y sus organizaciones sindicales. Y es un peligro que siempre acecha a toda organización obrera que tiene una presencia real en la clase. Hay que construir una táctica revolucionaria. No una mera táctica oportunista. Oportunismo sería desvincularnos de nuestras posiciones estratégicas porque no van a implantarse en las fechas próximas (lo que tampoco es matemáticamente exacto). Oportunismo es plegarnos a lo que las "vanguardias", e incluso las "masas" hoy mayoritariamente piden: un sindicato único, llevados de un complejo de inferioridad, por nuestras postura contracorrientes. ¡Como si nosotros como organización militante no estuviésemos contracorriente desde nuestros orígenes! ¡Como si nuestro sentido de organización en la C.O. no fuese precisamente el abrir un nuevo camino en la lucha de los trabajadores, un nuevo camino necesariamente contracorriente hasta hacerlo comprender! Renunciar hoy a la construcción de la organización integral de la clase, sustituyendo el objetivo estratégicamente por el de la construcción de un sindicato de clase, supondría tirar por la borda gran parte de nuestra originalidad revolucionaria, renunciar en gran medida a nuestro sentido específico en el proceso revolucionario. Otra cosa que repetimos es la táctica. El darnos cuenta que hoy no es momento de luchar por la implantación inmediata de los consejos obreros y que tengamos que estar en lo que vaya surgiendo a nivel de clase con unas posibilidades de transformarse o trascenderse en una organización de consejos. Algo así como ahora estamos tácticamente en las asociaciones de vecinos, en Comisiones reformistas. 6.- La táctica previsible ante el tema Sindical a) Es poco probable, dada la evolución de la lucha de clases, que a corto plazo sea posible una lucha revolucionaria generalizada que permita la creación de consejos obreros y su posterior permanencia orgánica como organización unitaria de la clase. No obstante, las luchas recientes [...] nos indican que debemos estar atentos a esa posibilidad. Con ello nuestra consigna sería: ¡Por la organización integral de la clase! ¡Por los Consejos Obreros! b) La eventualidad más probable es la que contemplaría un panorama socialista obrero dominado por el reformismo, cuando se abra la legalidad formal para la "izquierda civilizada", según exponemos en el Análisis de la Coyuntura. En esta circunstancia, las posturas dominantes ante el tema sindical serán 2: - El PSOE, UGT, se inclinarían por la pluralidad sindical. - USO, PCE y organizaciones reformistas y moistas (ORT., MCE., etc.) por la unidad sindical. Nosotros debemos apoyar cuando llegue el caso de la postura de Unidad Sindical. Pero la corriente por la unidad sindical no es unitaria, al menos en sus intenciones. El PCE hace protesta de democracia (declaraciones de Camacho, artículo de Sartorius en Triunfo), pero evidentemente aboga por la construcción democrática del sindicato pensando en que lo va a "dominar" electoralmente. Hay otras posiciones unitaristas con intencionalidad más realmente democrática de base, tales como USO, que buscan la construcción de un sindicato autogestionario. En este panorama, nosotros debemos apoyar la línea que busque con más decisión un sindicato democrático y autogestionario, el que más posibilidades ofrece para, en un momento revolucionario (de crisis revolucionaria), trascenderlo o transformarlo en la organización integral de la C.O. - Nuestra postura, en lo concreto, sería: 1.- En nuestros círculos de influencia e incidencia militante, seguir difundiendo abiertamente, mientras no se abra públicamente el debate sindical, nuestra línea de la construcción de la Organización integral de la clase. Cuando el debate público se abra, y en la eventualidad que consideremos más probable, intervenir según nuestra línea táctica (sindicato único y autogestionario, construido democráticamente), explicándola como táctica. 2.- En los contactos con organizaciones, con gente encuadrada y en los posibles contactos orgánicos a nivel de comités de organizaciones para confluir en una postura unitaria cara a la construcción del futuro sindicato de clase, defender su unitariedad y su constitución democrática: convocatoria de un congreso de delegados de fábrica democráticamente elegidos, convocatoria que hace un comité también democráticamente elegido no pactado desde arriba por UGT., CC.OO., USO y..., en base a una "proporcionalidad" de los grupos organizados. Esto exige, evidentemente, la "ruptura sindical" y rescindiría la representatividad formal de los actuales enlaces y jurados. 3.- Esto no se contrapone a seguir construyendo las comisiones y plataformas unitarias, según la línea táctico-organizativa en la que estamos embarcados. En los documentos de constitución entre nosotros de las plataformas, decíamos que eran organizaciones que no se transformarán linealmente de la organización de la clase, sino que potenciarían la creación de consejos en el momento de crisis revolucionaria, disolviéndose en ellos. Pues bien, mientras los consejos no surjan, las plataformas se mantienen, hacen su táctica sindical y son las que intervienen en la construcción democrática de ese sindicato único y autogestionario. En orden a ello, seguir la tarea de aglutinar en plataformas el máximo de organizaciones de la izquierda revolucionaria y de grupos autónomos.