TEORIA Y PRACTICA LA LUCHA DE CLASES ANALIZADA POR SUS PROTAGONISTAS Nº 14 DICIEMBRE 1977 100 PTAS. EL ASAMBLEISMO UNA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA TEORIA Y PRACTICA LA LUCHA DE CLASES ANALIZADA POR SUS PROTAGONISTAS Nº 14 DICIEMBRE 1977 SUMARIO...........................................................Pág. El Asambleismo, una alternativa revolucionaria......................4 DEBATE ABIERTO: En torno a la concepción anarquista de clase........9 Conclusiones de un debate sobre el anarquismo......................14 Esquema de trabajo.................................................20 EQUIPOS DE BASE: Ante las elecciones sindicales (Barcelona)........23 Minusválidos, otro sector obrero en lucha (Madrid).................29 LA OCUPACIÓN (Comic)...............................................31 EQUIPOS DE BASE: Escoles en Lluita (Barcelona).....................37 La SEAT: un proceso de unidad (Barcelona)..........................44 Sindicación y elecciones sindicales (Zaragoza).....................52 La generalización del asambleísmo (Madrid).........................58 Paro en Andalucía (Córdoba)........................................62 Casa de la Moneda, una experiencia asamblearia (Madrid)............70 Sitre: los murales, expresión de lucha (Madrid)....................77 El movimiento asambleario del calzado (Alicante)...................83 MESA REDONDA: Andalucía: una autonomía más confusa.................89 TEORIA Y PRACTICA es una revista mensual editada por EDE (Equipos de Estudio Reunidos, S. A.), sociedad presidida por Ignacio Fernández de Castro, cuyo consejero delegado es Concepción de Elejabeitia. La redacción, administración y domicilio social se encuentran en Santa Teresa, 6, Madrid-4. Teléfono 419 06 52. La dirección periodística la asegura Ángel S. Harquindey, junto con Juan Manuel Blázquez, Antonio Caro Almela, Manuel Irusta Cerro y José Ramón Vázquez. La investigación, análisis y redacción está a cargo de un amplio y abierto conjunto de Equipos de Estudio, cuya coordinación realizan, además de los ante-riormente citados, en Madrid: Carmen de Elejabeitia, Dolores Díaz de la Orden, Inés Escabía, Adolfo Fernández, Natalia García Pardo, Manuel González, Mercedes López Sáez, Amadeo Megías, Francisco Teral y Germán Trasalva; en Barcelona: Salvador Aguilar, Antonio Aponte, Carlos Trías, Amparo Tuñón, J. M. Vidal Villa, Pedro Talavera y Joaquín Jordá; en Valencia: Xavier Rambla, Jaime Millas y Jesús Sanz; y en Pamplona: Pachi Tuñón, Antonio García Tabuenca. TEORÍA Y PRACTICA Precio Ejemplar: 100 ptas. Suscripción ordinaria (1 año): 1.000 ptas. Suscripción especial accionistas (1 año): 800 ptas. Suscrición extranjero: 1.500 ptas. Imprime: FEMUSAL. Esteban Terradas, s/n. Polígono Industrial de Leganés (Madrid). Depósito Legal: M. 18962/1976. Distribuidora EDIPRES. Carretera de Garraf a Barcelona, Km. 9,200. Teléfono: 361 53 04. El Asambleísmo, una alternativa revolucionaria El Pacto económico de la Moncloa se ha consumado: ya no es evitable, pero es ahora cuando comienzan los partidos y organizaciones obreras a tomar posiciones ante el mismo. Estas posiciones en principio parece que van a ser de tres tipos, aunque el último de dudosa efectividad. Hay en principio la posición favorable al pacto, que sostienen los partidos que lo han firmado y que son mayoritarios en el seno de la clase obrera, lo cual hace suponer, en principio, que el Pacto se cumplirá. Por parte de otra serie de partidos hay planteada ya una postura de rechazo del pacto formal, pero aceptación del mismo en la práctica, como solución "realista". Por último, sin duda habrá grupos que intenten la ruptura del pacto como forma de desestabilización. Ante estas tres posturas, no parece muy clara la posibilidad de que la clase obrera afronte en muy buena disposición las próximas luchas. Y esto porque, si las dos primeras posturas significan el claro deterioro del nivel salarial de la clase obrera y el que sea ésta la que pague los costos de la crisis, la tercera significa esto mismo, pero a través del cierre de empresas, el despido y, en definitiva, el aumento espectacular del paro. Ante esta situación el Movimiento Asambleario debe dar una alternativa libre de tópicos y claramente diferenciada por sus métodos y objetivos. Uno de estos tópicos, y no precisamente tradicional en la historia del Movimiento Obrero, sino más bien implantado en los últimos decenios, es que la clase obrera está en mejores disposiciones para la lucha en los momentos en que el capitalismo está boyante y con capacidad para hacer concesiones y, por el contrario, que los momentos de crisis capitalista no favorecen el ascenso de las luchas obreras. Esta teorización se basa sobre todo en la suposición de que la clase obrera posee tan sólo una conciencia reivindicativa que permite únicamente, en los momentos de crisis, el mantenimiento de posiciones defensivas que se concretan en el mantenimiento del nivel de empleo y la defensa de la capacidad adquisitiva. Esto es así porque no hay una alternativa revolucionaria no integrada en el capitalismo. Sin embargo, hay ejemplos suficientes en el Movimiento Obrero de que no es ni mucho menos correcto mantenerse a la defensiva en los momentos de crisis aguda del capitalismo. Por una parte, tenemos ejemplos históricos importantes de cómo el Movimiento Obrero puede aprovechar estos momentos de crisis para dar importantes saltos en su nivel de conciencia y organización e incluso para hacer triunfar una revolución. Teóricamente, además, parece lógico suponer que son los momentos en que el capitalismo se repliega los adecuados para que la clase obrera tome la ofensiva. Plantear una alternativa de este tipo es labor del Movimiento Asambleario, si es que éste tiene una razón de ser diferenciada y no es un grupúsculo más de los que pueblan nuestra accidentada geografía política. Ante la crisis de las empresas capitalistas En momentos como éstos, las fracciones del capitalismo más perjudicadas por la crisis comienzan a plantear posiciones de abandonismo más o menos generalizado. Este abandonismo se refleja, en primer lugar, en la no inversión, pero en los casos más agudizados llega a medidas como la suspensión de pagos, el expediente de crisis, la quiebra, y, en último término, el abandono de la actividad económica. En bastantes casos, (ya empiezan a aparecer algunos) la reacción capitalista va a ser de "ahí os quedáis, hacer lo que queráis con la fábrica". En muchos casos la respuesta obrera inmediata, cuando se plantean situaciones de este tipo, es tratar de mantener el empleo a toda costa, pero sacándole las castañas del fuego al capitalismo, pidiendo créditos para la fábrica, etc. Otra posibilidad es la asunción de la fábrica por los obreros, organizándose como cooperativa. Falta sin embargo una respuesta realmente revolucionaria que se plantee la toma de la fábrica como la toma de un centro de poder económico que, en definitiva, es. Ésta sería, por parte de la clase obrera, una respuesta ofensiva que parece sólo podrían impulsar las asambleas, ya que los partidos de clase no parece que estén dispuestos a otras soluciones que no sean las defensivas y pactistas. Cuando un movimiento huelguístico es importante, hay una secuencia que marca su avance. Este empieza por el paro, sigue por la ocupación de las fábricas y culmina con la puesta en funcionamiento de las mismas. Teórica y prácticamente esa es la ofensiva obrera en relación con la toma del poder económico. La primera objeción evidente a este tipo de planteamientos sería la falta de conciencia revolucionaria de la clase obrera. Esta objeción parte de la base de que, como decíamos antes, la clase obrera posee una conciencia reivindicativa y a niveles económicos. Pero la verdad es que la ocupación y puesta en funcionamiento de una fábrica no requiere más que una conciencia económica que, aun siendo, no ya reivindicativa, sino revolucionaria, es inmediata y espontánea, cuando se provoca una situación de cierre. Cuando la clase obrera no puede reivindicar siquiera el mantenimiento del empleo, o del salario, dentro del capitalismo, porque el propio capitalismo y las propias organizaciones de clase aceptan no defenderlos, para recuperarlos a largo plazo, es un momento en que la conciencia económica, que siempre está presente en la clase, podría sin más asumir esta toma de poder económico. No es una conciencia que no pueda ser espontánea, porque el trabajador a quien le cierran una empresa lo primero que se le ocurre es seguir haciéndola producir, igual que a quien no tiene casa se le ocurre inmediatamente ocupar la vacía. El movimiento revolucionario tiene su fuerza en la espontaneidad misma del deseo del hombre por liberarse de la opresión en que se encuentra. Esta opresión en un momento de crisis aguda del capitalismo es una opresión económica brutal. La conciencia política que debe seguir a la económica se produciría a través de la misma dinámica de la ocupación. La segunda objeción inmediata es la de que, si una fábrica cierra, en la mayoría de los casos es por la inexistencia de demanda para sus productos. Habría que aclarar en primer lugar que no se trata de una demanda en abstracto, sino de la no existencia de una demanda con capacidad adquisitiva, es decir, de una demanda solvente. Sin embargo, existe una demanda insolvente, que aunque no interesa lógicamente al empresario capitalista, sí debería interesar al movimiento revolucionario, ya que el comunismo se propone precisamente sustituir la vigencia del valor de cambio por la del valor de uso, que no tendría en cuenta la solvencia económica de los demandantes. Por otra parte, parece que en un entorno de producción y distribución capitalistas no puede funcionar una fábrica aislada que trate de desarrollar un modelo comunista de producción, ya que su falta de comercialidad la hundiría inmediatamente, dada su dependencia de la totalidad del sistema. Ahora bien, en un momento de crisis generalizada, en el que son muchas las empresas, y no sólo del sector productivo, sino también del de servicios, que la padecen, la actitud verdaderamente revolucionaria sería la de intentar una coordinación entre todos los insolventes, puesto que los obreros de esas fábricas serían insolventes, los trabajadores del sector de distribución también y lo sería en definitiva los consumidores. La coordinación, por tanto, de todos los sectores afectados por la crisis: obreros industriales, trabajadores del campo, del sector servicio, movimiento ciudadano, profesionales de los campos que afectan a la producción de fuerza de trabajo (enseñantes, médicos, etc.), sería la única solución, ofensiva ante la debilidad del enemigo que hace que su solución no sea viable para resolver la demanda. Sería atacar en el punto de menor resistencia, ya que tomar los negocios boyantes es imposible, pero hacerse con los negocios prácticamente abandonados por el capitalismo es una posibilidad evidente de la clase obrera. La clase obrera es capaz Otra objeción a este planteamiento es la supuesta incapacidad técnica de la clase obrera para manejar no solamente una empresa, sino un conjunto de actividades económicas. Esta objeción parte además de ignorar que cualquier conjunto de trabajadores es capaz, como se ha demostrado, de dirigir una fábrica, del supuesto, que nosotros declaramos falso, de que la clase obrera se compone tan sólo por trabajadores manuales y no por otros trabajadores, cualificados, como los técnicos, trabajadores intelectuales, administrativos, etc., igualmente asalariados, y que como los manuales tan sólo poseen su fuerza de trabajo, para venderla y ser explotados. Estos trabajadores resultan de la misma manera afectados por la crisis y en ese momento asumen la conciencia de clase que refuerza la dirección técnica de la actividad económica por elementos de la propia clase obrera. Queda por fin la objeción más importante a todo este planteamiento. Cuando incluso para un Estado que se declara socialista o comunista no parece posible estructurar ese sistema de producción y de distribución comunista, por su interdependencia económica de los distintos Estados en la actualidad, parece al menos dudoso que, dentro de un mismo Estado globalmente capitalista, pueda ponerse un sistema de producción y consumo comunista. Habría que comenzar por preguntarse si realmente esos llamados Estados socialistas o comunistas han tenido alguna vez entre sus objetivos la realización de un sistema radicalmente distinto del capitalista, ya que en la práctica ninguna de las revoluciones triunfantes ha desarrollado tal sistema en ninguno de sus aspectos. Por otra parte, si interpretamos las crisis capitalistas como crisis de un sistema en el que entran en contradicción las fuerzas productivas con la propiedad privada de los medios de producción, si ésta es la crisis capitalista, supone que existe un modo de producción nuevo capaz de salvar tal contradicción. El único ejemplo histórico válido del que dispone el marxismo para el estudio del pasaje de un modo de producción a otro es el de la transición del feudalismo al capitalismo. Un nuevo sistema de producción se fragua en el seno del anterior Sin olvidar la diferencia que media entre el paso de un sistema de explotación a otro igualmente explotador y de éste a la sociedad sin clases, el tiempo de pasaje del feudalismo al capitalismo, que duró varios siglos y muestra algunas características inherentes a los tiempos de pasaje, puede servirnos de referencia para nuestra reflexión. El capitalismo nace en un momento en que el sistema feudal es dominante y sólido. Y nace en sectores aislados y localizados donde el sistema feudal entra en crisis, para solucionar las contradicciones que el propio feudalismo había creado. A la par que solución de esa contradicciones, esos avances capitalistas representan la progresiva desintegración del sistema feudal, aunque la revolución burguesa tardara aun siglos en cristalizar. Pero será porque el nievo modo de producción resuelve las contradicciones del anterior por lo que, en definitiva, se impondrá. Lo que encontramos en la actualidad es que todavía la ciencia y la práctica marxistas no han sido capaces de poner en funcionamiento un modo de producción nuevo que supere las contradicciones del capitalismo, a pesar de los repetidos ensayos efectuados. El cooperativismo, por ejemplo, sería uno de esos ensayos, aunque visiblemente erróneo. Precisamente, en un momento en que las contradicciones del capitalismo son extremadamente agudas es cuando la clase obrera tiene unas condiciones inmejorables para formular los ensayos que irán asentándose hasta perfilar lo que puede ser un modo de producción nuevo y superador del capitalista. Lo que parece inconcebible es que la clase obrera organizada no se plantee esta cuestión ni siquiera después de la toma del poder, y la razón para ello puede ser precisamente la inexistencia de ejemplos históricos en que ese modo de producción comunista demuestre su superioridad respecto al capitalista. La tarea del Movimiento Asambleísta En unos momentos en que la clase obrera siente en su carne el desánimo ante la lejanía de la revolución y en los que, desde todos los lados, se afirma que las revoluciones a la antigua usanza ya no son posibles, el Movimiento Asambleísta debe, y es el único que en realidad puede, dar una respuesta revolucionaria, que no signifique la simple expresión de la impotencia ante los hechos consumados que suelen producir actitudes y posturas de radicalismo gauchista, sino el planteamiento y la discusión de una alternativa de toma de centros de poder y decisión económicos que el capitalismo está abandonando. Estos ensayos de un modo de producción distinto, que resuelva las contradicciones del capitalismo desde fuera del propio capitalismo, pueden ser la mayor garantía de que la revolución no se ha aplazado eternamente, sino que es tarea de los revolucionarios de hoy ponerla en marcha. La reacción ante este movimiento revolucionario por parte del capitalismo será fuerte y quizás violenta, pero la clase obrera ha de plantearse la contradicción entre sus objetivos finales y unos métodos que pasan por no provocar jamás al capitalismo.