TEORIA Y PRACTICA LA LUCHA DE CLASES ANALIZADA POR SUS PROTAGONISTAS Nº 3 ENERO 1977 100 PTAS. EQUIPOS DE BASE: LA ASAMBLEA OBRERA DEBATE POLÍTICO CON LIBERACIÓN EQUIPOS DE BASE: La huelga de Roca DEBATE ABIERTO: La clase de los técnicos superiores asalariados INFORME: La mujer, ayer, hoy y mañana TEORIA Y PRACTICA LA LUCHA DE CLASES ANALIZADA POR SUS PROTAGONISTAS Nº3 ENERO 1977 SUMARIO...............................................................Pág. POLÍTICA: Después del referéndum........................................4 ECONOMÍA: La "reforma", solución capitalista de la crisis económica.....8 INTERNACIONAL: África Austral: lucha de razas y lucha de clases........11 EQUIPOS DE BASE: La huelga de Roca.....................................15 DEBATE POLÍTICO CON LIBERACIÓN.........................................25 EQUIPOS DE BASE: La lucha por la libertad empieza en los Institutos....44 EQUIPOS DE BASE: La asamblea obrera, mecanismo de movilización o de organización de la clase............................................................51 TRIBUNA LIBRE: Por la democracia directa...............................60 El PCE y la democracia.................................................61 DEBATE ABIERTO: La clase de los técnicos superiores asalariados........62 INFORME: La mujer, ayer, hoy y mañana..................................78 TEORIA Y PRACTICA es una revista mensual editada por EDE (Equipos de Estudio Reunidos, S, A,), sociedad presidida por Ignacio Fernández de Castro, cuyo consejero delegado es Concepción de Elejabeitia. La redacción, administración y domicilio social se encuentran en Santa Teresa, 6, Madrid-4. Teléfono 419 06 52. La dirección periodística la asegura Ángel S. Harguindey, junto con Antonio Caro Almela, Manuel I rusta Cerro y José Ramón Vázquez. Los servicios de archivo y sistematización de la información los realizan Mercedes López Sáez, Dolores Díaz de la Orden, Fernando Izard y Manuel González. La investigación, análisis y redacción está a cargo de un amplio y abierto conjunto de Equipos de Estudio, cuya coordinación realizan, además de los anteriormente citados, en Madrid: Juan Cuesta, Carmen de Elejabeitia, Lina Díaz, Inés Escabía, Miguel Fonda, Paloma Fraguas, Natalia García Pardo, Gerardo Hernández, Salvador Martínez, Amadeo Megías, Pablo Navarro, José Prieto, Margarita Remírez de Esparza, Francisco Teral y Germán Trasalva; y en Barcelona: Salvador Aguilar. Antonio Aponte, Carlos Trías, Amparo Tuñón y J. M. Vidal Villa. Asesoran la administración, contabilidad y financiación Andrés Gala y Carlos Armisén. TEORIA Y PRACTICA Precio ejemplar: 100 ptas. Suscripción ordinaria (1 año): 1.000 ptas. Suscripción especial accionistas (1 año): 800 ptas. Suscripción extranjero; 1.500 ptas. Imprime: FEMUSAL. Esteban Terradas, s/n. Polígono Industrial de Leganés (Madrid). Depósito Legal: M. 18962/1976. Distribuidora MAYDISA. Polígono Industrial "Las Mercedes". Diagonal, 1. Ctra. de Barcelona, Km. 11,200. Teléfono 205 04 17. DEBATE POLÍTICO CON LIBERACIÓN LIBERACIÓN es una organización política situada dentro de la corriente "asambleísta", corriente que agrupa a un cierto número de organizaciones obreras de lucha cuyo punto en común as el potenciar la democracia directa dentro de la clase. En esta sección de debates políticos nos ha parecido interesante el incluir a una de estas organizaciones. La elección de LIBERACIÓN no ha sido en base al criterio de considerarla más representativa que otras dentro de esta corriente, ni por ningún juicio de valor sobre su importancia; sencillamente, hemos seguido un criterio pragmático. Y nos interesa hacer constar que esta corriente que se puede definir como "asambleísta", "consejista" o "autónoma", ni empieza ni termina en LIBERACIÓN, sino que, por el contrario, es muy rica en manifestaciones organizadas -en ocasiones con diferencias muy acusadas- y aun en formas independientes de toda organización. El debate se desarrolló entre un equipo formado por tres miembros destacados de LIBERACIÓN y tres miembros de EQUIPO DE ESTUDIOS. El equipo de LIBERACIÓN lo componen Luis, Felipe y Pedro. El de EDE, Ignacio, Pablo y Fernando. Primer tema: El concepto de clase obrera sobre el que se apoya LIBERACIÓN EDE.-Creemos que LIBERACIÓN se sitúa como una organización política para la lucha de clases, por lo tanto pensamos que es un punto de partida necesario el conocer y el precisar el concepto que tiene esta organización de la clase obrera. En íntima conexión con este tema, o como aspecto importante del mismo, interesa conocer y someter a debate la cuestión de si LIBERACIÓN se considera a sí misma como organización de la clase obrera, o como organización de la clase obrera más un conjunto de clases trabajadoras, o quizá como organización de un bloque de clases dominadas, un colectivo que puede llamarse clases populares, pueblo o de cualquier otra manera. En estos últimos casos sería interesante el conocer cómo se concibe este bloque o conglomerado de clases y si se cree que dentro del mismo existe una ciase o capa de clase hegemónica y cómo ven esta relación de hegemonía. LUIS.-Sobre este tema, nosotros tenemos una concepción que se sale de los planteamientos más comunes al respecto en el seno de las organizaciones obreras. Entendemos que no es posible, hoy, hablar de clases en un sentido que podríamos denominar clásico, sino más bien de bloques sociales compuestos por diversas clases y capas, con determinadas diferencias entre ellos, pero con un amplio denominador común. Ese denominador común es el que permite hablar, por un lado, de un bloque social articulado de clases y capas sociales dominantes, y, por otro lado, de un bloque social de clases y capas sociales dominadas. El carácter de "dominante" o "dominado" no se establece sólo a nivel económico, sino también -y al mismo tiempo- a nivel político e ideológico. Con ello intentamos, al propio tiempo que una mayor precisión científica en el análisis de clases, superar la descripción puramente economicista de ellas e introducir sus comportamientos en la lucha de clases también como componente de su definición. En el seno del bloque dominante, podríamos distinguir, en el plano económico, un núcleo hegemónico que estaría formado esencialmente por la burguesía monopolista, tanto industrial como financiera, por un lado, con una participación de importancia creciente del capital imperialista. A su alrededor, y en un segundo anillo de poder, situaríamos a la burguesía no monopolista industrial, agrícola, de servicios. En tercer lugar, situaríamos la que podríamos denominar capa externa de poder en el bloque dominante, compuesta fundamentalmente por los rentistas con posibilidades de una cierta acumulación de capital, tanto los rentistas mobiliarios como los inmobiliarios. A nivel político encuadramos en el bloque dominante a toda la serie de familias políticas de la burguesía española en este momento, unas con un arraigo en toda la historia franquista, otras de ascenso más reciente, pero no por eso menos importante. Su enumeración alargaría esta conversación innecesariamente. En general aquí incluimos todos los partidos y grupos de presión política de la burguesía, desde la extrema derecha a los socialdemocrátas confesos. A nivel ideológico, situaríamos todas aquellas instituciones, organizaciones y grupos sociales que intervienen, directa o indirectamente, en la producción y difusión de la ideología y de la cultura burguesas. Sean intelectuales, instituciones culturales, prensa, sociedades, etc. Hemos distinguido tres planos en el análisis del Bloque Dominante, el económico, el político y el ideológico. La relación entre ellos no la entendemos de una manera mecánica. En el fondo, el plano económico es el que determina el resto de los planos, pero, sin embargo, no lo determina de forma mecánica, incluso en determinados momentos históricos el factor político puede jugar un papel determinante en el desarrollo de una formación social concreta. Igualmente puede decirse del nivel ideológico-cultural. A nivel de bloque dominado, establecemos también una diferencia entre una serie de clases y capas sociales, para cuyo análisis también usamos la descripción tanto en el nivel económico, como en el político y en el ideológico. A nivel económico, colocamos en el centro del bloque dominado al proletariado. No sólo al clásico proletariado industrial, sino también al proletariado agrícola y de servicios. El proletariado agrícola, a que nos referimos, no es identificable al campesinado tradicional, sino que se refiere al campesinado que está en empresas agrícolas planteadas y planificadas como empresas industriales, el proletariado de las grandes extensiones de viñedos, el proletariado de las instalaciones agropecuarias que suponen una inversión de capital importante. Alrededor del proletariado como núcleo hegemónico del bloque dominado se situarían el resto de las capas del propio bloque dominado, fundamentalmente el campesinado tradicional, la pequeña burguesía urbana cuyos intereses pensamos que coinciden estratégicamente, en buena parte, con los del proletariado, pero que, sin embargo, coyunturalmente pueden jugar un papel a favor abiertamente del bloque dominante. En este sentido, ya como última capa en la descripción económica del bloque dominado, colocaríamos a los pequeños rentistas que, aunque su "renta" es el núcleo fundamental de su propia existencia económica, sin embargo, el nivel de la misma no les permite alcanzar un grado de acumulación de capital como para salirse definitivamente y adherirse al bloque dominante. A nivel político, el bloque dominado está formado, a grandes rasgos, por todas las organizaciones obreras y populares, tanto partidos, sindicatos y cualesquiera organizaciones específicas, como organizaciones propiamente de base. A nivel ideológico-cultural, situaríamos en el bloque dominado a todas aquellas instituciones y colectivos que objetivamente actúan, en el terreno de conciencia subjetiva, en la línea de los intereses de clase de los trabajadores. Entiéndase revistas, editoriales, centros culturales, asociaciones populares... IGNACIO.-Centrando la cuestión en el Bloque Dominado y dentro del mismo lo que habéis definido como su núcleo central o proletariado, observo que existe una diferencia en vuestra caracterización de este grupo con lo que tradicionalmente se considera como clase obrera. Por una parte en el concepto de clase obrera tradicional sólo se considera de clase obrera a aquellos que están comprendidos en los sectores tradicional mente considerados como productivos, sector industrial y agrario, excluyéndose el sector servicios por su carácter improductivo -lo cual tiene una cierta relación con la explotación o extracción de plusvalía que sólo se considera existe en estos sectores- y por otro, se excluye también del proletariado a determinadas categorías salaria/es bien porque realizan funciones de mando o de control y participan en las decisiones a nivel de empresas, bien porque sus altas remuneraciones les sitúan en formas de vida no proletarias. Vosotros, por el contrario, incluís entre los proletarios al sector servicios y por otra no realizáis ninguna distinción de categorías salariales en la definición del proletariado. LUIS.-En relación con esto que planteáis, pensamos que la plusvalía no se extrae exclusivamente en la producción directa de la mercancía, sino también en todo el proceso de distribución, en todo el proceso de reciclaje del propio capital. Por tanto, el trabajo empleado a esos niveles hay que relacionarlo con el trabajo directo de producción, y la extracción de plusvalía hay que analizarla desde esa perspectiva de conjunto. En este sentido es en el que incluimos a los trabajadores de servicios, en general, en el proletariado como núcleo central del Bloque Dominado, desde aquellos que participan en la distribución de mercancías, hasta aquellos otros que participan en la reconstrucción de la fuerza de trabajo (la sanidad) o en su cualificación (enseñanza). FELIPE.-Refiriéndonos a la novedad de nuestro análisis de las clases sociales, lo más peculiar en él sería el entender los bloques sociales no exclusivamente caracterizados por el nivel económico, sino entenderlos como un efecto de conjunto de las relaciones sociales. En virtud de ello, un fascista, aunque sea obrero asalariado, para nosotros, no pertenece fácticamente al Bloque Dominado, porque la componente ideológica actúa en esta circunstancia como determinante, haciéndole defender objetivamente los intereses del capital. En este sentido, y a efectos de la dinámica concreta de la lucha de clases, ese obrero fascista no pertenece al Bloque Dominado, sino que pertenece al Bloque Dominante. FERNANDO.-Hay dos métodos de análisis de las clases: el estructural y el de las prácticas. Vosotros mezcláis ambos a la hora del resultado, a la hora de definir a la clase. Esto me parece peligroso, pues mezclar los enfoques metodológicos diferentes puede llevar a una impresión deformada del objeto de estudio. Ese obrero fascista del que hablabais no deja de ser obrero por el hecho de realizar una práctica burguesa y antiobrera. El campo de la estructura define una posición material, objetiva. El campo de las prácticas permite ver la conciencia. En este terreno juega la burguesía con su aparato de Estado, su racionalidad productiva, la propaganda, etc., con la finalidad de desunir a la clase o para que sectores del proletariado actúen de la manera que más conviene a la burguesía. El campo de las prácticas sería para ese obrero fascista un reflejo deformado por el poder burgués de la posición estructural de dicho obrero. Nosotros creemos que las clases se definen por la estructura, y que hay Que lograr que en el terreno de las prácticas el proletariado actúe en una dirección coherente con esa posición estructural: en una dirección anticapitalista. Por eso estamos tan interesados en el desarrollo de las categorías marxistas que permiten conocer la complejidad de la estructura social en su conjunto. ¿Con tanta ideología y concepto caduco cómo va a lograrse la unidad orgánica del bloque de los trabajadores? FELIPE.-Lo que en definitiva interesa para el desarrollo histórico son las prácticas sociales. Esta es, entendemos, una auténtica posición materialista y dialéctica. Ahora bien, esas prácticas sociales no se definen de una manera arbitraria en la historia, sino que vienen motivadas por el conjunto de las relaciones sociales, montadas y desarrolladas a partir de la división social del trabajo y de la explotación del hombre por el hombre en el hecho económico de la producción. Es decir, a la base de las prácticas sociales están las relaciones de producción y las relaciones sociales en general. Lo que intentamos decir es que no hay una determinación mecánica entre posición en el proceso de producción (capitalista-asalariado) y las prácticas sociales (reaccionarios-revolucionarios). IGNACIO.-Nosotros consideramos las clases como una relación social antagónica. La clase obrera es uno de los términos de esta relación y no el "sujeto" de la historia. El estudio de las clases se realiza sobre un campo objetivo de investigación en el que pueden encontrarse las relaciones sociales como efectos de las posiciones de los grupos sociales que aparecen en otros campos de investigación de la misma realidad social que es la estructura. En el campo de la estructura social aparecen grupos en posiciones de explotados en lo económico, en tanto que se les extrae plusvalía, de dominados en lo político-jurídico, en tanto que no detentan efectivamente el poder, y de alienados en lo ideológico en tanto que no dominan sus condiciones de trabajo y de producción y se relacionan con lo producido no como productores sino como consumidores, y estas posiciones estructurales aparecen de forma independiente al hecho de que quienes se encuentren en estos grupos conozcan o no la posición en la que se encuentran e independiente también de las funciones estructurales que desempeñan, ya que de hecho se encuentran explotados y dominados que realizan funciones estructurales de mando y de control en tanto "delegados" de los detentadores de la propiedad y del poder, y existen explotados que lo ignoran y que hasta creen que participan económicamente en la explotación, sin que sus funciones o su falsa toma de conciencia cambien sus posiciones estructurales objetivas. Cuando nos situamos en el campo de investigación de las clases sociales o de las relaciones sociales como efectos de las posiciones estructurales, lo que tratamos de encontrar no es una modificación de estas posiciones, sino, simplemente, la relación social realmente existente entre los grupos estructuralmente dominadores y dominados, explotadores y explotados. Pensamos que el constatar en este campo de investigación que hay obreros fascistas no puede llevarnos a modificar la posición objetiva estructural de explotados de este grupo de obreros, sino a conocer los efectos parciales, pero por ello no menos ciertos, que sobre los explotados tienen las prácticas de dominación que constituyen una parte de la relación social antagónica, prácticas que se realizan por medios tan variados y potentes como son los medios de comunicación de masas, la enseñanza, la represión de todas las posturas y prácticas antagónicas etc. La existencia del obrero fascista es expresión de una derrota de la clase obrera, por los términos brutales en los que se establece la relación social de dominación; como sería expresión de una relación de fuerzas diametral mente opuesta la constatación de la capacidad luchadora de los explotados en una huelga general revolucionaria u otra acción por el estilo. El obrero fascista es un obrero derrotado, acabado por la práctica de dominación, pero... es un obrero. PABLO.—Creo que merece la pena insistir en este carácter contradictorio de la relación entre la posición estructural de la clase, de un lado, y su práctica social de otro. En primer lugar, habría que constatar un hecho: la práctica social "normal" del proletariado bajo el sistema capitalista no es una práctica revolucionaria, de enfrentamiento a este sistema. Y yo diría más: la práctica "normal" del proletariado bajo la dominación capitalista aunque esto pueda resultar escandaloso no es ni siquiera una práctica "de clase". Marx señala este hecho al advertir que la dominación de la burguesía descansa en la concurrencia de los proletarios, en el enfrentamiento de todos contra todos que impone la existencia del mercado de la fuerza de trabajo y en la condición de valor de cambio para este mercado de cada trabajador. La posición estructural del proletariado no se define solamente por su realidad de clase explotada, sino también por el hecho de que esta explotación se realiza a través de los mecanismos propiamente capitalistas del mercado de fuerza de trabajo, mecanismos que modelan el comportamiento del trabajador según su condición de valor de cambio para este mercado. La clase, definida estructural mente atendiendo a este conjunto de elementos, debe forzosamente desarrollar, en situaciones "normales", una práctica social muy determinada: la lucha de cada trabajador por procurarse individualmente la elevación de su propio valor de cambio: la lucha por el ascenso en la "escala social". Ahora bien, en esta guerra concurrencial en que se hallan los trabajadores, pronto se hace evidente la posibilidad y la necesidad de "pactos", del establecimiento de "reglas de juego", e incluso de "treguas". La huelga, por ejemplo, es una tregua en la concurrencia de los obreros, por la sencilla razón de que, durante cierto tiempo, no acuden como todos los días a vender su fuerza de trabajo, y así se desligan relativamente, durante unas semanas, del mercado que les opone como valores de cambio. Pero el objetivo mismo de la huelga no es sino el incremento de estos valores de cambio, y por lo tanto, el establecer nuevos lazos con este mercado. Se da así de hecho una situación paradójica: la lucha de clase, la unidad obrera, aparece como un instrumento en el proceso de desarrollo del valor de cambio de los trabajadores y, por lo tanto, del mantenimiento de la concurrencia entre los mismos, es decir, de la base de la dominación del capital. Esta es la cruda realidad. Más de un siglo de lucha sindical del proletariado no ha hecho "cesar la concurrencia entre los proletarios", como quería Marx, si bien ésta parece haberse "civilizado" y, en definitiva, "racionalizado". Si el proletariado se presta al juego de la concurrencia es porque, a determinado nivel, se identifica con su valor de cambio. Su salario -o lo que es lo mismo, las mercancías por las que lo cambia- constituye su identidad social. De esta manera, el obrero es una auténtica contradicción viva. Por una parte, se enfrenta al sistema que lo explota, pero, por otra, se reconoce en el instrumento de esta explotación, que es su valor de cambio. No tiene nada de extraño que un proletario obligado al enfrentamiento cotidiano con otros proletarios, forzado a recurrir a sus propias fuerzas en una lucha individual, con unas perspectivas determinadas de movilidad social, etc., resulte receptivo a diversos tipos de ideologías individualistas burguesas, incluso a las más "reaccionarias", y no es simplemente la influencia ideológica de la burguesía el motivo de ello, sino su propia contradictoriedad estructural. FELIPE.—Estamos sustancial mente de acuerdo. No hay contradicción, sólo que eso también se puede formular desde otro punto de vista: desde el punto de vista de la lucha de clases directa, como decíamos antes. PABLO.—Hay una cuestión en vuestro planteamiento que me parece muy interesante, y es el concepto de núcleo hegemónico del bloque dominado, y sobre todo, la forma dinámica como lo entendéis. Esto me plantea el problema de la posibilidad del desplazamiento de este núcleo hegemónico de unas capas a otras dentro de lo que entenderíamos por proletariado en sentido amplio. Evidentemente, este desplazamiento del peso y la dirección del combate iría acompañado de un cambio en el carácter mismo del enfrentamiento de clase. Yo pienso que, efectivamente, este desplazamiento se ha venido produciendo a lo largo de la historia de la lucha obrera, según la importancia relativa del proletariado agrícola tradicional, o de la gran industria, por ejemplo. Asimismo, este desplazamiento del núcleo hegemónico de unas capas a otras ha condicionado el carácter mismo del enfrentamiento de clase -es muy difícil imaginarse al proletariado andaluz de hace sesenta años encuadrado en las estructuras y los usos políticos de la segunda internacional de la época, por ejemplo. Pero estos desplazamientos del núcleo hegemónico de la lucha proletaria se habían dado hasta ahora dentro de los límites de lo que llamaríamos clase obrera tradicional. El problema aparece si, como pienso que de hecho está ocurriendo ya en la actualidad, el núcleo hegemónico comienza a rebasar los límites de la clase obrera tradicional y comienza a bascular sobre otras capas. Si esto fuera así, la teoría tradicional representaría un grave obstáculo, dada su definición de clase, no sólo para determinar el núcleo de capas que efectivamente están dirigiendo con su lucha el enfrentamiento general, sino, lo que es más importante, impediría entender el carácter mismo de este enfrentamiento, lo achataría aplastando sus dimensiones nuevas y más ricas. Existe este peligro y creo que de hecho la teoría tradicional se encuentra cada vez más fuera de juego respecto a una serie de problemas y frentes de lucha nuevos -la lucha de la mujer, de la juventud, la irrupción de nuevas formas de comportamiento social...- que se le escapan. Segundo tema: El proceso revolucionario: táctica y estrategia PABLO.—En el primer tema de discusión habéis definido la base social del cambio revolucionario, el bloque dominado. Ahora nos interesa que expliquéis la forma como entendéis el propio proceso revolucionario: por dónde pasa en el momento actual, cuáles son sus fases previsibles, los objetivos a alcanzar en cada fase y su relación con los objetivos finales. En definitiva, cuál es vuestra política, vuestra táctica y vuestra estrategia. FELIPE.-El tema que planteáis ahora es tremendamente extenso. Voy a intentar resumir, aún a riesgo de esquematizar excesivamente nuestras posiciones estratégicas y tácticas. Nuestra intervención política actual en la lucha de clases gira alrededor de tres ejes fundamentales: En primer lugar: actuar en línea de profundizar y extender la actual crisis económica de la burguesía, negándonos para ello al pacto político-social y buscando la desestabilización de la reforma política burguesa. La burguesía intenta recomponer su poder y su dominación de clase, puestos en crisis tanto a nivel económico (la crisis de acumulación de capital y de generación de ganancia a nivel internacional, y los defectos inveterados de la estructura económica española) como a nivel político (la crisis de las formas fascistas de dominación de clase). Para recomponer su poder de clase, la burguesía necesita hoy una tregua en la lucha de clases. Necesita que los trabajadores le demos un respiro. Necesita, en definitiva, el pacto social con la clase obrera. Para ello anda a la búsqueda de interlocutores válidos en la práctica. No puede pactar con la clase en abstracto. Pactará con formaciones obreras que muestren que son capaces de movilizar a la clase y de controlarla. El reformismo obrero está ofreciéndose como interlocutor válido para el pacto. El lanzar huelgas y frenarlas luego, aún sin conseguir objetivos (E.M.T., Correos, día 12), o las pacíficas procesiones de rogativas al Gobierno en que se convierten las manifestaciones gestionadas por él, no tienen otro sentido que el de mostrar a la burguesía que se es capaz de movilizar a la clase y luego volverla a su sitio sin menoscabo de la paz ciudadana. En cambio, una posición socialista en la crisis tiene que plantearse desde un punto de vista distinto. No se trata de ayudar a solucionar la crisis de dominación burguesa, como objetivamente hace el reformismo, sino de profundizar la crisis, de desestabilizar la reforma burguesa. Y no agudizar la crisis por agudizarla, sino para hacer factible que la lucha obrera organizada gane el máximo de espacio social, que se dé un importante salto hacia adelante en conciencia socialista de la ciase. En segundo lugar, intentamos desarrollar las formas de autoorganización de la clase, buscando que el proletariado gane el máximo espacio social en la crisis, lo que sólo es posible desarrollando su propio poder de clase en la extensión y coordinación de la actual práctica asamblearia y de democracia directa. El objetivo total de la lucha revolucionaria es la construcción de una sociedad sin clases. Para ello es necesario que el proletariado rompa la sociedad burguesa y abra una fase transitoria de propia hegemonía social, la fase del Estado Proletario, que entendemos como una República de Consejos de trabajadores y de dictadura del proletariado sobre la contra-revolución burguesa. La lucha de clases es una lucha de poderes de clase, o lo que es lo mismo, de organizaciones de clase. La organización de poder de clase de la burguesía es el Estado burgués, que ha de ser destruido por la organización de poder de clase del proletariado en el hecho de la revolución. Por tanto, la tarea fundamental de los revolucionarios conscientes consiste en la construcción del poder de clase de los trabajadores, tarea que concretamos hoy en la construcción de la Organización de la Clase. Entendemos la Organización de la Clase como el aparato de clase que vertebra a la mayoría de los trabajadores alrededor de unos objetivos de lucha operativamente anticapitalistas y socialistas. Que elimina la escisión partido-sindicato construyéndose como una organización autónoma de clase. Hoy la construcción de la organización de la clase pasa por la defensa, la extensión y profundización de las asambleas de centros de trabajo y barrio, por la creación de comisiones representativas como cauce único de negociación obrera y por la coordinación de la asamblea y comisiones representativas en las asambleas de delegados. Hay que caminar, además, hacia la permanentización de todas estas formas autoorganizativas. Este es un objetivo posible hoy, porque es práctica de los trabajadores más avanzados: huelgas de la construcción, de los Pescadores de Almería, de determinadas empresas en la huelga de Madrid hace un año, y, sobre todo, Vitoria y las huelgas generales de Euskadi a finales de septiembre. Pensamos, además, que hoy la unidad de clase sólo es posible ya por este camino. Hace unos meses la unidad sindical era un cauce posible de unidad de clase. Por ello estábamos, aún considerando insuficiente la fórmula sindical, por la incorporación táctica al sindicato unitario. Hoy la pluralidad sindical es un hecho y superar la división de clase sólo es posible a nivel de asamblea y de los órganos que de ella surjan. En tercer lugar, estamos impulsando, junto con otras organizaciones políticas y grupos independientes, la aglutinación de toda aquella militancia revolucionaria que esté contra el pacto social y por la profundización de la crisis, contra la división de la clase y por la autoorganización obrera, en un amplio movimiento por la autonomía de la clase para el que ya existe una aspiración social objetiva, como lo manifiestan las luchas obreras más radicales, y del que se están poniendo en marcha formas incipientes, aunque importantes, y, sobre todo, esperanzadoras. PABLO.—Vamos a tratar de centrar nuestra posición. Desde nuestro punto de vista, el problema fundamental que está por resolver es la forma de la transición del capitalismo al comunismo. La teoría clásica entiende que la transición no puede realizarse sino a través de una fase intermedia, la fase inferior del comunismo, en la que se crean las condiciones materiales del paso al comunismo, debido al extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas que en esta fase se produce. Esta fase inferior del comunismo requiere un medio político adecuado: la toma del poder político por el proletariado y la dictadura proletaria. A mi juicio la teoría clásica, tal como aparece formulada, por el ejemplo, en Marx, no resuelve el problema fundamental: cómo unas fuerzas productivas todo lo desarrolladas que se quiera, pero desarrolladas sobre el "derecho burgués", vigente en la fase inferior del comunismo, desarrolladas por lo tanto sobre la base de la desigualdad, se pueden transformar en fuerzas productivas "comunistas". ¿Se trata de un proceso mecánico, por el que en un determinado punto del desarrollo de la riqueza material de la sociedad se produce el salto de la desigualdad a la igualdad? ¿Y dónde se encuentra ese punto? Por otra parte, ¿la dictadura del proletariado puede ser algo real en una situación en la que se mantiene el "derecho burgués"? Aquí parece haber una contradicción: la dictadura del proletariado es la que debe garantizar que el desarrollo económico se dirija efectivamente hacia el comunismo, pero este desarrollo económico utiliza un método -el mantenimiento del "derecho burgués" de la desigualdad- que necesariamente debe socavar la efectividad de esta dictadura. A mi juicio, la teoría clásica constituye un intento de respuesta a una contradicción de la que Marx mismo era consciente: por una parte, el comunismo exige el desarrollo más amplio de las fuerzas productivas. Por otra, el capitalismo parece incapaz de operar este desarrollo, al menos en escala suficiente como para que en su propio seno se generen directamente las bases de una economía comunista. Al menos, ésta era la imagen que el capitalismo ofrecía de sus posibilidades en época de Marx. La conciencia de esta contradicción es la que fundamenta todas las posiciones marxistas revolucionarias: el capitalismo, freno al desarrollo de las fuerzas productivas; el capitalismo, incapaz de "transformarse". Por lo tanto: imposibilidad de las reformas en profundidad del sistema; necesidad de la ruptura revolucionaria con el mismo para hacer posible este necesario desarrollo de las "fuerzas productivas". Ahora bien, la realidad del desarrollo del capitalismo, sobre todo en los últimos decenios, parece haber desmentido estos supuestos. El desarrollo de las fuerzas productivas se ha producido en una escala impresionante. Las tareas históricas de la "fase inferior del comunismo" parecen haber sido asumidas por el propio capitalismo. La alternativa revolucionaria, al menos en los centros del sistema, ya no puede ser, si no quiere quedarse "fuera de juego", la optimización del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el "derecho burgués". Esta alternativa la asume al menos en buena medida el propio capitalismo, y continuar reivindicándola constituye de hecho una actitud de promoción de la dinámica propia de sistema, que es lo que hace el reformismo en todas sus variantes. Es necesario abordar el problema que en la teoría clásica quedaba en la penumbra: el tránsito del "derecho burgués" a la igualdad real. Lo que ocurre es que la vieja teoría, con sus clichés de "toma del poder", "dictadura del proletariado", "Estado proletario", etc., obstaculiza el planteamiento, real y en la práctica, de la transición entre la actual estructura material y la estructura productiva comunista. Esto no se plantea, se deja para el futuro y se sigue planteando un programa de transformaciones en la superestructura jurídico-política que quizá ya no signifique, al menos en los centros capitalistas, una alternativa de futuro en la estructura productiva, y que, por lo tanto, deja de aparecer como una "necesidad histórica". LUIS.-Entiendo que con tu intervención aludes a un problema estratégico de envergadura. Planteas, en definitiva, las condiciones para el tránsito al socialismo. La estrategia del reformismo se ha basado en un mecanicismo desarrollista que ha privilegiado enormemente las condiciones "objetivas" del desarrollo social, situando las posibilidades revolucionarias a nivel de contradicción "objetiva", sin más entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Esta posición motivaba una práctica centrada en la aceleración del desarrollo capitalista y en la agudización de sus contradicciones, esperando el crack final del capitalismo, producido por su propia dinámica interna, para la toma del poder. La realidad es bien otra. El capitalismo ha superado sus crisis. Ello ha motivado que el reformismo clásico se agotase teóricamente y se rindiera prácticamente. En contrapartida, las revoluciones triunfantes se han producido en países de la periferia capitalista, en los eslabones más débiles de la cadena. En Rusia, China, Cuba, el marxismo-leninismo ha entendido la dictadura del proletariado, además de como dictadura del partido -de sus dirigentes- sobre las masas, eliminando de raíz el motor central del comunismo, como consumación de la revolución burguesa en lo económico, dedicándose al desarrollo de las fuerzas productivas, a la acumulación de capital, por encima de todo lo demás. Estos hechos han motivado que los países llamados “socialistas" no sean tales en lo esencial. Las condiciones materiales generales para la transición están ya generadas, pues hoy el capitalismo no es un conjunto de sistemas nacionales, sino que es un solo sistema unificado, como ha puesto de manifiesto de una manera incontrovertible la última gran crisis económica internacional. La lucha de clases se da actualmente a nivel planetario. Cualquier país está "maduro" para la revolución. Hoy la revolución no tiene por qué pasar por una fase de capitalismo de Estado. Es posible la producción autogestionaria unificada y centralizada. Fue posible, por ejemplo, en el 36-37 en las colectividades agrícolas e industriales de Aragón y Cataluña. Hoy lo podría ser con más garantías. La alternativa "capitalismo de Estado" "producción autogestionada y unificada", no tiene sólo una componente económica, de nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Tiene también una componente de conciencia y práctica socialistas. Y aquí entra el otro factor determinante de toda estrategia revolucionaria: ¿Quién hace la revolución? La sociedad que surge de la revolución depende de quién la haga. Si la hace un partido jerarquizado, burgués en su forma interna de organización, secundado por una masa espontaneísta, obtenemos una sociedad de capitalismo de Estado, donde no es posible la autogestión porque ni las "masas" ni el "partido" la entienden prácticamente -otra cosa es el programa teórico-. Si la revolución la hace la clase organizada autogestionariamente, autónomamente, es posible una sociedad realmente socialista; es posible, al menos, porque quienes la promueven saben, por su propia práctica de años de lucha, qué es la autogestión, qué es el socialismo. FERNANDO.—Dudo que potenciar corrientes socialistas en el seno de la clase se pueda circunscribir a la defensa de aspectos formales de la organización de los trabajadores como es la asamblea en sus diferentes facetas, la comisión representativa, o la asamblea de delegados. Vertebrar corrientes socialistas va ligado además de a unas formas, a los contenidos de la política que se desarrolla. Habría que partir de la contradicción que se da entre la propia condición de la fuerza de trabajo como trabajo en general, y la negación de ésta como fuerza de trabajo enajenada. Entre la negación de la fuerza de trabajo como mercancía y su afirmación en el mercado de consumo. Entre la enajenación que se produce en el mercado de trabajo, y la relativización de la fuerza de trabajo al discutirle al capitalista el reparto del capital variable. Esta contradicción está en la base del problema del pacto social. El proletariado no ha desarrollado suficientemente su conciencia, su organización, su práctica social, su materialidad, como para negarse a su enajenación, para negarse como proletariado; sin embargo, el proletariado ha llegado a un nivel de consumo, de bienestar, que no está dispuesto a abandonar. Puede que el proletariado no esté dispuesto a apretarse el cinturón, a que se resienta su nivel de consumo y esto podría poner en dificultades un pacto social, pero no deja de ser cierto que esta resistencia no puede equipararse a que el proletariado esté por la desestabilización, pues difícilmente podrá gestar una alternativa si no está en condiciones de negarse como proletariado, si no desarrolla una práctica anticapitalista tendente a resolver esa contradicción de la que hablábamos antes. Por otra parte, también es evidente que una política de desestabilización caótica, aparte de ser un poco utópica, podría llevar a una agudización de la crisis, con un aumento del paro, de falta de inversión, etc., que puede colocar al proletariado en una situación difícil para seguir manteniendo el nivel de vida alcanzado y, como reflejo de esto, ante la imposibilidad de gestar alternativa de superación del sistema, que se cree una división en el seno de la clase trabajadora, a que sectores de ésta apoyen políticas de estabilización drástica de la burguesía en un intento de recomponer su nivel de consumo. El problema se situaría, entonces, en comprender estos factores, y en actuar en una línea que no sea salvar la economía capitalista, pero sin caer en una política de callejón sin salida. ¿Cómo se desestabiliza? ¿En qué dirección? ¿Cómo se evitan los riesgos de división en el seno de la clase? PEDRO.-Estamos de acuerdo en que el modelo organizativo es insuficiente, pero lo consideramos una condición indispensable. Pensamos que el puro dato asamblea-comisión representativa sin más no es suficiente. Pero consideramos también que una alternativa que no pase en principio por este modelo organizativo, y que pase por el modelo organizativo tradicional de sindicato-partido, indefectiblemente, aun sin entrar en problemas de contenidos, va a reproducir o degenerar en una alternativa reformista. Eso implica que la asamblea en sí misma, y la alternativa que se plantee la asamblea, tiene que tener un contenido global, unos objetivos de lucha a corto, medio y largo plazo, unas tácticas correspondientes anticapitalistas y socialistas. FELIPE.-Profundizar la crisis suporte bloquear el respiro económico que la burguesía pide y que está a la base del pacto social que busca. Ese respiro que necesita la burguesía puede resumirse, por ejemplo, en las actuales medidas económicas del Gobierno y en las que vendrán. La lucha, entonces, consistiría, a nivel de tajo, en ir contra los topes salariales, por imponer la negociación colectiva, por aumentos lineales, contra el despido libre, contra el paro por un salario garantizado, etc. Mas allá de la empresa, profundizar la crisis significa no aislar los conflictos, no dulcificarlos, no burocratizarlos, sino, al contrario, desarrollarlos, extenderlos, buscar la solidaridad de otras empresas, sacarlos a la calle si es necesario, radicalizar en definitiva las formas de lucha de la propia clase. Y desde otro punto de vista, defender la autonomía de clase en las formas organizativas: asamblea de tajo, de zona, etc., y defender unas reivindicaciones muy concretas: defenderse del despido, de la represión, e imponer la legalización de las formas obreras de combate: la asamblea, la comisión representativa, los piquetes, etc. Todo esto formaría parte de una tarea para agudizar la crisis. Hoy la burguesía a nivel económico no aguantaría un movimiento huelguístico de estas características. Estamos ya hartos de que se frenen las luchas cuando se radicalizan, como en el conflicto de la E.M.T., y en tantos otros, que teniendo garra suficiente como para atraerse la solidaridad de toda la clase obrera madrileña, se frena por miedo a la represión (? ) y por intereses superestructurales. Me parece que hay una diferencia clara, en cuanto a estas formas de lucha, entre las posturas reformistas interclasistas y la posición revolucionaria autonomista. Por otra parte creo que no debemos tener miedo a la amenaza de posible vuelta atrás en el proceso de evolución política actual, lo que no debe suponer tampoco el obrar imprudentemente, sino sabiendo calibrar qué riesgos pueden ser afrontados y cómo. De todos modos, la posible vuelta al fascismo es algo inherente a la lucha de clases. Si rebajamos los contenidos de la lucha porque existe una amenaza de involución fascista, porque las fuerzas armadas del capitalismo están con la estaca levantada, entonces nunca empezaremos nada realmente serio, porque ese peligro es permanente. Tercer tema: La organización de la clase FERNANDO.-En este punto, el tercero, se trataría de discutir sobre el carácter de la organización de la clase. Analizar las categorías partido, sindicato, organización de la clase. PEDRO.-Nosotros hemos hecho un análisis histórico de las condiciones que han provocado el surgimiento de la propuesta vanguardista de organización de la clase, y de sus consecuencias sociales. Hoy, creemos que se está en condiciones de hacer una crítica seria del esquema leninista de organización y de provocar el surgimiento social de formas más plenamente democráticas y revolucionarias de organización de los trabajadores. La posición leninista en organización parte de un doble presupuesto: De una parte, la afirmación de que la clase obrera, dejada a sus propios impulsos, no da de sí más que aspiraciones y formas organizativas tradeunionistas. De otra parte, la concepción, íntimamente ligada a la anterior, de que la historia tiene unas leyes de desarrollo que pone de manifiesto el materialismo histórico y que, consecuentemente, sólo los conocedores del materialismo histórico están en situación de actuar correctamente en la historia, están llamados a organizarse en un partido que ha de dirigir la lucha de las masas e introducir en ellas la conciencia de clase. a ser, en definitiva, la vanguardia de la clase. Esta posición tiene una serie de consecuencias prácticas para la lucha revolucionaria que, en síntesis, se reducen a la negación de la clase como sujeto revolucionario y a la frustración de la revolución. Por una parte, se escinden los campos de lucha: para las masas la lucha reivindicativa en el marco de un sindicato economicista; para la vanguardia, la lucha política, la dirección política de las masas, a través de un partido. Este hecho, además de forzar una recaída en la parcelación burguesa de la vida, supone, de hecho, una alienación para la clase en tanto tal. En efecto, se fuerza a la clase a ceder la gestión global de sus intereses al partido, a delegar en él la dirección global de sus aspiraciones, reservándole a los trabajadores en tanto clase las tareas de ejecución cotidiana de las directrices del partido a través de la correa de transmisión que es el sindicato. Se ha reproducido la escisión burguesa entre dirigentes-ejecutantes, teóricos y prácticos. La escisión organizativa partido-sindicato condena, necesariamente, a la construcción de un proletariado reformista y, de rechazo, fuerza al propio partido de vanguardia a un viraje continuo a la derecha, como la historia se ha cansado de demostrar, primero con los partidos socialdemócratas y después con los partidos comunistas clásicos. ¿Por qué decimos que la posición bolchevique en organización provoca el reformismo en la clase? Sencillamente porque, si somos consecuentemente materialistas, hemos de sostener que la conciencia de clase está determinada por la práctica de la clase. Y una práctica cotidiana economicista, reivindicativa, por parte de la clase, no puede provocar más que una conciencia reformista. Es decir, la negación del proletariado como sujeto revolucionario, su destrucción como poder de clase. Por otra parte, la famosa interacción y corrección dialéctica entre el partido y la clase, que se ofrece como respuesta teórica a las objeciones al modelo leninista de organización, no es más que una construcción teórica, una proyección idealista. Porque, en un correcto materialismo, no existe una conciencia de clase abstracta que el partido puede "captar" y luego introducir en la clase. No existe más que la conciencia que el propio partido genera e intenta introducir en la clase. Y desde el punto de vista de la clase, ésta no puede "corregir" al partido en sus posibles errores, porque la clase, con una práctica economicista, no posee una conciencia revolucionaria, sino reformista, y no puede corregir al partido en sentido revolucionario. Y, en este sentido, pensamos que la sistemática escisión por la izquierda en las organizaciones marxistas-leninistas, buscando recuperar la visión revolucionaria "perdida" por aquéllos, intentando la reconstrucción del auténtico partido revolucionario, aparte de la sincera buena voluntad que hay tras ello, pensamos que no es solución organizativa para el momento de la historia del Movimiento Obrero en que estamos, sino una parcial vuelta atrás. Pero tampoco queremos caer en la alternativa absolutamente contraria a la leninista, en el "seguidismo" de la conciencia de clase, es decir, en una posición que defendiera que la clase quiere el socialismo ya hoy, porque lo lleva dentro, que tiene las bases necesarias para construir de por sí su propia organización de clase, que no es necesario ninguna organización que impulse la autoorganización obrera y la conciencia socialista de la clase, que basta con "estar" en la clase, con luchar en la clase, con dejarse llevar por el sentido socialista de la propia clase. Esta posición no es realista. Creemos que el socialismo es una tendencia, una aspiración histórica, pero que hay que trabajarla constantemente, impulsarla permanentemente, y una forma coyuntural de ello, hoy, es que los militantes que están en esta perspectiva se unan e intervengan con una efectividad multiplicada. FERNANDO.-Intentáis por tanto acabar con la dualidad partido-clase. Las organizaciones tradicionales, sin embargo, han tenido capacidad en un momento dado para decir tal día huelga general, para plantearse un objetivo y movilizar a la gente más que los movimientos asambleístas, que sólo tienen capacidad de lucha a nivel de fábrica. Esa falta de globalidad en su lucha está ligada a la debilidad organizativa, pero también a la práctica inmediatista que desarrollan. Había que superar el inmediatismo de esa práctica radical para que la clase tenga una perspectiva global. ¿Cómo veis esto y qué papel os adjudicáis como organización en la superación de ese problema? ¿Cómo se relacionan los distintos núcleos para que la clase vaya levantándose de su nivel inmediato a un nivel que la permita crear una sociedad socialista? LUIS.-Yo no creo que el problema se deba situar en la capacidad de convocatoria, sino en la capacidad de superar el inmediatismo, en cómo construir una organización amplia de clase, un movimiento asambleario más o menos permanente. Hoy luchamos por permanentizar las asambleas y las comisiones representativas como forma práctica de ello, por relacionar esas asambleas parciales o puntuales de fábrica y superar o intentar superar así el inmediatismo organizativo. IGNACIO.—A mí me parece que la organización LIBERACIÓN como tal, aunque se piense que actúa dentro de la clase, en tanto que organización de militantes que han llegado a un grado de conciencia del problema, su actuación es de vanguardia dentro de la clase, porque se asigna unas funciones de vanguardia. En último término se podría oponer a esa concepción teórica vuestra otra más redundantemente asambleísta: el militante donde tiene su función es en la asamblea, no como ente distinto, organizado y con objetivos determinados y fijados por esa minoría para trasladarlo al resto, sino como un proceso colectivo de toma de conciencia y de organización que no es distinta a la propia organización de las asambleas, de los comités, etc., a la organización de poder de la clase. PEDRO.-Lo que planteas es un problema real. Nosotros no entramos ni en el esquema leninista ni en el seguidista. Pero no estamos vacunados para no caer en un proceso sustituista. Sin embargo, creemos tener unas importantes garantías, que es lo máximo que se puede tener, en virtud de la misma concepción organizativa que tenemos y del papel social que nos asignamos. Nosotros no realizamos ninguna práctica política distinta a la que realizamos en el seno de los gérmenes de organización de la clase o a la búsqueda de ellos. Nosotros no tenemos una específica plataforma de eco político, lo que no quiere decir que no tengamos un cierto programa, aunque sólo se practica en la clase en el sentido que hemos dicho. Desde una perspectiva teórica estamos de acuerdo en que el objetivo clave es la creación de la asamblea y estar en ella. Pero, por desgracia, ocurre que, en coyunturas concretas, la tendencia dominante no es la autonomista o consejista, y sería por nuestra parte ingenuo hoy estar simplemente en la asamblea, intentando desde ahí hacer surgir nuestra línea: es necesario un cierto grado de cohesión entre los que propugnamos estas alternativas para ganar eficacia y coherencia. Como ejemplo podemos citar la evolución de las formas organizativas autonomistas surgidas en las últimas luchas de Vizcaya a raíz del asesinato de Fuenterrabía. Se creó una coordinadora de fábricas a nivel de delegados directos de asambleas. Era la democracia directa, era la panacea en aquel momento. Al cabo de un mes casi se ha ¡do a tomar viento, ¿por qué? , porque en el seno de esa coordinadora juegan elementos de organizaciones políticas y sindicales que están únicamente por el mantenimiento de estas formas autonomistas tácticamente, y desarrollan inmediatamente una labor intensa para recoger en ellos de nuevo el protagonismo que en la lucha pasó a la clase como tal. Es necesario que de alguna forma la gente que esté por una permanentización de estas formas organizativas veamos como inevitable, hoy, aunque no lo aceptemos como lo óptimo, el tener un mínimo de organización que permita la eficacia y la profundidad en el trabajo por la autonomía de clase. IGNACIO.-Yo lo que planteo es que creado como habéis dicho un consejo, una coordinadora o cualquier tipo de organización de este orden, en definitiva el movimiento consejista o asambleísta encarnado en una organización directa como puede ser la vuestra, lucha en unos términos muy parecidos en lo concreto del desarrollo de la lucha a cualquier otra vanguardia, por ejemplo, tal asamblea ha elegido delegados; CCOO, cinco; los otros, tres, y la corriente autonomista, uno; en la elección en el fondo la lucha se establece entre vanguardias y el conjunto del colectivo que constituye la asamblea resiente esto como lucha entre tendencias políticas organizadas y asimila la tendencia asambleísta como una corriente organizada vanguardista en competencia con las tradicionales en cuanto a sus objetivos. Yo no dudo del carácter asambleísta de vuestra organización desde un punto subjetivo, lo que me planteo es su carácter objetivamente asambleísta, o sea, si ese tipo de organización no contradice lo que habéis dicho. PEDRO.-La cuestión hay que situarla, además, a un nivel previo a la celebración de una asamblea concreta y al momento de las representaciones, de las comisiones. Si a ese nivel es mayoría la tendencia asambleísta, mejor; pero es desde abajo desde donde hay que construir la asamblea para que tenga una capacidad real de decisión. Nuestra tarea pasa por la construcción de ese tipo de asambleas, que implica asambleas de taller, asambleas parciales, introducción en ellas de cualquier tipo de debate político; pasa más, en definitiva, por la creación de la asamblea que por estar representados. Ciertamente si no somos capaces de permanentizar las asambleas en el sentido de darles solidez, periodicidad, el hecho de que en un momento determinado se tengan puestos en determinadas coordinadoras puede provocar la reproducción de la rueda de sustituimos. Pero hoy por hoy, no creemos que ése sea nuestro peligro. FERNANDO.-Para mí el problema de la necesidad históricamente determinada de la organización viene ligado a dos cuestiones. Por un lado a la superación de la contradicción en que se debate el proletariado que por una parte se configura como fuerza de trabajo enajenada y por otra se afirma en esa condición teniendo de momento como compensación una dinámica tendente a relativizar su fuerza de trabajo. Como consecuencia de esto la clase se mueve generalmente en una lucha de tipo sindical o de tipo inmediatista. El problema reside en que hay que susperar esa contradicción, en que el proletariado tiene que ir a superar la simple lucha por relativizar su fuerza de trabajo. La clase tiene que ir más lejos que la lucha contra la agresión concreta e inmediata del capitalista para el que trabaja, para luchar contra todo un sistema de agresión como es el sistema de producción capitalista. La organización política sería un instrumento de la clase y para la clase, que no existe como un fin en sí mismo sino como un medio para vencer esa inmediatez y que la clase genere una dinámica autónoma en la estructura capaz de cuestionar al sistema en su globalidad. La organización política no debe existir desde "fuera" de la clase, sino que trabaja desde la misma materialidad de ésta intentando transformarla. IGNACIO.—Pero un movimiento asambleísta en sí mismo no podría ser algo distinto a la organización de la asamblea. No se trata de una vanguardia cuyo objetivo sea lograr y trabajar en la asamblea sino que la organización sea en sí misma la asamblea. FELIPE.-Hay un problema muy importante que es el de la permanencia del movimiento asambleario. Tú dices que, por esencia, la organización política debe ser el mismo movimiento asambleario. Cierto; pero el problema está en cómo ir hacia la construcción de esa organización permanente en línea socialista que no existe aquí y ahora. ¿Es ello posible sin alguien, un grupo organizado, que tenga como objetivo fundamental la defensa a ultranza de esa línea, su desarrollo y su potenciación? IGNACIO.—Yo estimo que cuando un grupo de obreros se plantea un objetivo concreto a conseguir, la cuestión es organizarse para conseguir ese objetivo, no organizarse para que la clase cumpla ese objetivo. Por ejemplo, una publicación, se puede concebir como una organización autónoma de la clase que organiza su medio de comunicación o como un grupo distinto a la clase que en el fondo va a interpretar o impulsar... FELIPE.-Lo que pasa es que la clase como tal es un ente abstracto. IGNACIO.—No es un ente en cuanto está organizada. FELIPE.-Políticamente sí es un ente abstracto; sociológicamente existe. El problema es hacer "política" esa clase sociológica, hacerla proletariado en lucha. Ese salto no es espontáneo; ahí está el problema. Ese salto, aunque es capaz de darlo la propia clase, necesita al militante, al individuo que empuje, que se dé cuenta de lo que hay que hacer. El militante es necesario y los militantes relacionados trabajando de una manera unitaria hacen más eficaz aún el proceso. Entonces aparece el problema que tú formulas. Y planteamos: ¿garantías para no provocar un nuevo sustituismo? Las únicas garantías son nuestras relaciones con la clase, no unas relaciones de protagonismo, sino de instrumento y de servicio, dándole prioridad absoluta en la práctica propia. Pensamos que, hoy, para que una ciase trabajadora se haga revolucionaria es necesario que su práctica lo sea, porque es la que da la conciencia. No existe una conciencia de clase por ahí danzando que alguien la coge y la introduce en la clase, sino que la misma clase, a partir de sus prácticas, es la que es capaz de darse una conciencia revolucionaria. De la misma forma pensamos que la organización militante será autogestionaria, asamblearia y desarrollará la autonomía de la clase, si en sí misma lleva un planteamiento socialista, a lo que damos un valor muy decisivo. Equipos de base La asamblea obrera, mecanismo de movilización o de organización de la clase Cuando la asamblea es uno de los grandes temas debatidos en estos momentos en que la clase se enfrenta con una nueva etapa de lucha, un equipo de obreros de INTELSA, que vive en su empresa una experiencia asambleísta importante, analiza las funciones de la asamblea en la organización de la clase con motivo de la huelga general del día 12 de noviembre. Previamente se discute el esquema de la reflexión y del análisis. Dos son los ejes sobre los que se sitúa el trabajo del grupo: * el primero, partir de un esquema abstracto de las funciones que corresponden a la clase como organización de la lucha; * el segundo, considerar en concreto el día 12 -acción de lucha- en la forma como se ha realizado, y entre estos dos ejes analizar la asamblea, y más concretamente las asambleas de NTELSA, para llegar, si es posible, a conclusiones trasladables a otras empresas. En términos generales se estima que la clase obrera en su lucha debe organizarse para que pueda cumplir las funciones siguientes: capacidad informativa, recogida de información y de datos sobre la realidad, que sirvan de base para su conocimiento; capacidad de análisis de la información y de los datos lo que supone el tener un "discurso teórico abierto"; capacidad de fijar objetivos a corto, a medio y a largo plazo; capacidad de tomar decisiones, y, por último, la capacidad de ejecutarlas. Parece indudable que la organización de la clase supone la asignación de determinadas funciones a determinados órganos de ésta, y que de estas asignaciones y de la relación entre los distintos órganos depende la lucha misma, su carácter y su eficacia. El "partido", el "sindicato" y la "base no organizada", y dentro de cada uno de los dos primeros la relación entre dirigentes y bases, suponen una división de funciones que, en principio, corresponden a la clase. Por otra parte la jornada de lucha del día 12 ofrece la ocasión de realizar un análisis, que supere las simples declaraciones hoy tan comunes y frecuentes en todas las organizaciones de clase de que es la asamblea obrera el órgano esencial y decisorio en la organización de la clase. El análisis es mucho más rico cuando se realiza, no sobre los términos "ideales" de la organización, sino sobre las prácticas reales, sobre el funcionamiento tal como existe cuando se produce un hecho concreto. Para llegar a la decisión concreta de convocar una huelga general de veinticuatro horas a nivel de todo el Estado para protestar contra las medidas económicas del Gobierno, ha sido sin duda preciso el realizar un análisis de la situación del país, lo que supone estar informados, y situar el objetivo concreto dentro de una táctica y de una estrategia de clase y poner en juego toda una serie de mecanismos de movilización de la clase. Una primera constatación se impone al equipo de INTELSA, los trabajadores de la empresa se encuentran frente a la convocatoria de la huelga, las asambleas de la fábrica se encuentran frente a una acción elaborada y decidida en instancias superiores y por órganos distintos a los que de ninguna forma tienen acceso. A las asambleas en sí mismas, dentro de este tipo de organización de la clase, sólo les cabe tener una función movilizadora... Quién, cómo y para qué se convoca la jornada del día 12 La jornada del día 12 fue convocada por la COS, con carácter nacional, como forma de lucha, contra las medidas económicas del Gobierno. En INTELSA la mecánica inicial es que la COS, mediante sus representantes en la Junta Sindical, plantea la convocatoria de una huelga de ocho horas a la Junta y ésta es la que toma el acuerdo de proponer la jornada a la fábrica. -Gente de la COS y de la Junta se presentaron un día o dos antes del 12 para que se entendiera que eran ellos los que convocaban la huelga. Hicieron mucha presión en que era un día muy importante, y que había que parar porque ese día la clase obrera se jugaba mucho; pero no había tenido lugar un análisis previo. -Un sector de la fábrica -los antiguos o clásicos de USO- se movieron muchísimo ese día, hasta jefes casi reaccionarios se volcaron e hicieron de puente entre nosotros y un tipo de trabajadores más atrasados políticamente. Les decían: "No son éstos, los radicales, quienes convocan; somos las centrales sindicales." Por otra parte, gente del PCE se presentó en tanto jurados de la empresa en las asambleas de sección haciendo incapié en las medidas económicas. -Dentro de la Junta y de Comisiones había dos tendencias: los de MC, OPI e independientes, que planteaban que había que hacer asambleas, e incluso culminar en una asamblea general para decidir si se hacía o no el paro, y los del PCE que propugnaban asambleas sólo informativas: había ese llamamiento y había que sumarse a él sin que fuera necesaria una asamblea general para decidirlo. Sin embargo, incluso la tendencia dentro de Comisiones que optaba por hacer asambleas con capacidad decisoria -no sólo informativa- no cuestionaba, de hecho, la convocatoria: las ocho horas, que era el llamamiento oficial decidido y analizado fuera de la fábrica, sino que su mayor flexibilidad surgió ante los primeros contactos con la gente, donde plantearon un poco el ambiente y pensaron que la convocatoria no iba a salir sin asambleas. Aceptaron las asambleas no para discutir la convocatoria, sino porque era más eficaz hacerlo. -Predominó el criterio de eficacia, e incluso se utilizó como táctica. La COS no promovió el debate entre los trabajadores -favoreciendo, por ejemplo, el que se hicieran asambleas de sección-sino que proponía una asamblea general informativa, y presionó con criterios como el de la importancia de la convocatoria -sin previo análisis- para obtener un voto favorable en esa asamblea general. La convocatoria se hizo como lucha contra las medidas económicas del Gobierno, pero... -La gente estaba bien informada sobre las medidas económicas. Todos los grupos tiraron mil hojas. Se pasó el boletín oficial. Al menos en mi sección, se llevaba discutiendo ya, antes del día 12, que había un paquete de medidas económicas contra el que había que luchar. La gente veía que había que dar un tipo de salida, pero no se especificaba hacia dónde. -Dijeron que este paro no iba contra la empresa, que ellos no tenían nada contra la empresa, sino que la lucha, ese día, iba dirigida al Gobierno; que lo fundamental de esta jornada era presionar al Gobierno a negociar con la oposición. Vinieron a decir, más o menos, que la única salida hoy, para nuestras reivindicaciones de todo tipo, era la reforma: que el Gobierno se sentase con la oposición. La jornada iba encaminada a lograr este objetivo. Desligaron verbalmente lo que es la lucha económica de la política, y no pusieron de manifiesto el carácter de clase que tiene el Estado y el Gobierno que le representa. -En la asamblea general uno habló de esto -los objetivos de la clase en el momento político actual: la ruptura pactada- y de el papel de Coordinación Democrática; otro habló sobre el imperialismo, el capital monopolista y la lucha anti-monopolista. Quedó claro que la jornada del día 12, para quien la convocaba -la COS-, tenía un carácter simbólico para mostrar al Gobierno la fuerza de las Centrales Sindicales. Se hizo un llamamiento, y pararon dos millones y medio. Se trataba de un ensayo de disciplina sindical, y, por tanto, era importante que saliera. -La gente de USO, por ejemplo, estaba claro que lo que se jugaba era la pluralidad sindical, y por eso se volcaron como lo hicieron. Es curioso que la jornada se hizo contra las medidas económicas, para romper los topes salariales y para conseguir nuestras reivindicaciones. Y, sin embargo, ahora que estamos planteando la revisión salarial -nuestra reivindicación-, esta gente no está reaccionando como reaccionó con el planteamiento de Huelga General. -El PCE, por otra parte, que hegemoniza Comisiones, está haciendo una política clara y ya tiene que aparecer como el gestor de los intereses de los trabajadores ante una nueva burguesía que se avecina: una nueva forma democrática, podríamos decir. -El eje central de esta jornada de lucha ha estado dirigido hacia romper la unidad de !a ciase e introducir el parlamentarismo en el seno de las fábricas; introducir grandes debates super-estructurales como, por ejemplo, el mitin que nos dieron en la asamblea general con su "análisis político del momento". Todo el hincapié que hizo la COS en INTELSA de que la convocatoria era una forma de lucha contra las medidas económicas, no tiene, como contrapartida, el lanzamiento de una plataforma reivindicativa. Por otra parte, la forma en que se llamó a la lucha está estrechamente relacionada con el objetivo de la convocatoria. Las funciones de la asamblea Todo esto nos hace preguntarnos si las organizaciones de clase obrera le están asignando a ésta la serie de funciones que señalábamos en la introducción, y también nos lleva a analizar el papel de la asamblea, respecto a estas funciones, en las organizaciones de clase obrera y en sus organizaciones sindicales, ateniéndonos concretamente a la experiencia de la jornada del día 12 en INTELSA. El planteamiento de convocatoria de la COS atribuía a la asamblea solamente las funciones de información y de ejecución -movilización-, excluyendo el análisis, lo que supone tener un discurso teórico, la posibilidad de fijar unos objetivos, y la capacidad de tomar decisiones. En INTELSA incide, por otra parte, una concepción distinta de organización de la clase que atribuye y da a la asamblea un papel preponderante en la construcción de esta organización: se considera a la asamblea el mecanismo organizativo que, mediante el análisis, posibilita la fijación de unos objetivos y capacita a la clase a tomar unas decisiones y a ejecutarlas mediante la movilización. Cómo se organizó el paro en INTELSA -En INTELSA, que no está hegemonizada por Comisiones, hubo una reunión previa de gente de todos los grupos, vanguardistas, y también de independientes para discutir las condiciones del paro con el que todos -en principio- estábamos de acuerdo, aunque por razones diferentes. En esta reunión se llegaron a adoptar mayoritariamente unas exigencias que consideramos mínimas: que se hicieran asambleas de secciones de donde salieran elegidos unos delegados; asamblea de turno, si era posible, y una asamblea general donde se ratificaran -mediante votación- los acuerdos tomados en las secciones y se aclararan puntos por clarificar. El recuento de votos en la asamblea general celebrada el día 11 no definió claramente la decisión de la mayoría a favor de un paro de ocho horas. Se plantearon dos alternativas, y se adoptó la de volver a hacer asambleas de secciones al día siguiente -el mismo día 12- al entrar en la fábrica, para discutir cuánto tiempo se paraba, y también para intentar atraer un mayor número de votos para realizar el paro. En estas asambleas de sección del día 12 se replanteó, incluso, si el paro se hacía en asambleas o en los puestos de trabajo. Se recontaron los votos, y salió, por mayoría -aunque muy poca-, que el paro fuera de cuatro horas, frente a ocho, que también lo defendió bastante gente, y dos horas que pedía una minoría. En la asamblea general posterior salió cuatro horas mayoritariamente, y que se hiciera en asamblea. -La asamblea de sección de la mañana del 12 fue dificilísima. Pensamos que no iba a salir, ya que en algunas secciones había muy poca gente y tuvieron que unirse dos o tres secciones. Tuvimos que discutir con la gente un buen rato para convencerles de que había razones suficientes para hacer una asamblea hasta que se arrancaron. Una vez allí, se vio cómo el estar en asamblea anima muchísimo a la gente. Incluso, en nuestro caso, llegó un jefe a decir que nos fuéramos, y la gente se mantuvo allí sin irse. Los que no estaban de acuerdo con el paro siguieron trabajando sin ir a la asamblea de sección. Sin embargo, una vez en la asamblea de sección, explicamos que allí lo fundamental era que se respetara el acuerdo por mayoría, y se hizo una votación sobre esto: la decisión aquí en mi sección era si se hacía el paro quedándose en los puestos, o bajando a la asamblea. (Salieron 19 votos a favor de hacer el paro en asamblea, y 17 en los puestos; pero la totalidad de la gente -los 36- respetó la decisión mayoritaria, haciendo el paro en asamblea.) -Esta es la lección más importante del día 12: la gente estaba muy orgullosa de que se había discutido; de que ellos se habían sometido a la mayoría, y de que en la asamblea general había salido lo que se había obtenido en las secciones. Decían que esto era serio, porque se había respetado lo que ellos habían dicho: "si los votos sumados de las distintas secciones daban un paro de cuatro horas y no de ocho, en la asamblea general no había que plantear el paro de ocho horas como algunos intentaron hacer". Este problema había surgido ya -fundamentalmente por gente de Comisiones, y más concretamente del PCE— cuando se llegó a un "impasse" en la votación de la primera asamblea general. -Sin embargo, la tónica ha sido de que dimos un paso hacia delante en la comprensión de lo que es la democracia obrera, y de la necesidad de discutir todo. Se ha creado un clima más favorable para el debate y para la lucha. Hubo incluso una respuesta masiva en la asamblea general que se llevó al comedor. Cuando los de la COS intentaron no respetar los acuerdos de sección del paro de las cuatro horas, se les dijo que, si estábamos hablando de unidad y de democracia obrera, de que los trabajadores protagonicen sus propios problemas, no podemos cargarnos de un plumazo la masiva participación de la gente en las secciones que se había pronunciado claramente por las cuatro horas. -Esto fue un intento de desmarque clave que requirió una batalla grande por nuestra parte. Todos sabemos que en una asamblea general se participa mucho menos; no hay que engañarse: cuatro agitadores cambian una asamblea. Pensábamos que era muy importante que INTELSA se sumara al paro, pero no menos importante el que se discutieran las razones y se asumiera la participación y el cómo decidirlo. Que no se parara a toque de corneta -cosa muy difícil de conseguir, por otra parte, por la propia práctica de los últimos años en que la asamblea está ampliamente asumida por los trabajadores, y el origen de comisiones está en esta línea- sino que se discutiera para posibilitar la construcción de la organización de la clase. Los criterios de la COS, en cambio, eran los de ser efectivos, como: "así no es práctico, así no sale". La cuestión del voto -En secciones donde había gente de derechas, se discutió, incluso, la cuestión del voto secreto. Fue necesario hacerlo, porque se está dando una ocultación de sus actuaciones por parte de esta gente. Hablan en términos de gran confusionismo para la gente; utilizan una terminología muy equívoca: que "ni derechas ni izquierdas, ni comunismo ni capitalismo". Una manera de desmantelar esa demagogia es utilizar un método de votación que revele claramente cómo actúa esa gente, independientemente de lo que digan. El voto secreto impide este esclarecimiento. Por otra parte, en la votación a mano alzada, o por lista, se manifestaría más una conciencia colectiva -la del colectivo obrero- que en una votación de individuos aislados -la votación secreta- donde sería más difícil romper la coacción impuesta por el colectivo social en su conjunto. En este sentido, el voto secreto no es más libre, como podría parecer a simple vista, por toda esta presión social que se ejerce sobre nosotros continuamente. Sin embargo, la cuestión del voto ha de analizarse en relación con el tipo de asamblea: de sección o asamblea general. Cuando ha habido una discusión profunda de los temas a votación, y los trabajadores los han asumido, sería deseable que el voto fuera abierto, ya que no hay motivos para ocultar el compromiso adquirido en la votación, ni ésta encierra el peligro de la manipulación por haberse discutido los temas suficientemente. Cuando se trata, en cambio, de una asamblea general donde los representantes sindicales tratan a toda costa de obtener un sí o un no sin un análisis profundo de los temas debatidos -la convocatoria del 12 fue un ejemplo claro de esto- el voto abierto se presta a manipulación, puesto que parte de los trabajadores pueden ser influidos en un sentido u otro por la coacción que ejercen los que lleven la asamblea de esa manera, sin asimilar realmente sus posiciones. Teniendo estas cuestiones en cuenta, en INTELSA se hicieron votaciones de todo tipo en las secciones, dependiendo de las características de cada una, y de la profundidad de los debates. -Fue importante que los que estaban en contra del paro lo manifestaron, e, incluso, algunos lucharon para que no saliera. Comprendieron que no valía con quedarse detrás de las máquinas, sino que había que ir a la asamblea y participar. Tampoco se insultó a los que no acataron la decisión de la mayoría, y no pararon. Fuimos, quizás, demasiado pacíficos, pero había un gran interés en no fracasar puesto que era el día de la unidad. El movimiento asambleísta ante la jornada del día 12 -Cuando se dio la convocatoria fue cuando empezamos a plantearnos si sumarnos, o no, a ese paro. Había algún elemento de los que piensan que no hay que parar porque eso sería ir al culo de la COS; creo que había argumentos que dar a favor de sumarse al paro; pero había que darle un contenido totalmente diferente al que daba COS. -Todas las vanguardias participaron en la organización del paro por razones diferentes. Nosotros pensamos que era peligroso que una fábrica de Getafe se quedara descolgada de las grandes fábricas, ya que, como los trabajadores no entienden todavía mucho ni distinguen políticamente, podían pensar que nuestra fábrica es reaccionaria, que nadie hace nada. Sobre todo, porque se sabe que INTELSA no está hegemonizada por Comisiones aunque la relación de fuerzas les sea favorable. Entonces, de cara a Getafe, nuestras posiciones, nuestra política, quedarían muy desprestigiadas. "Donde no hegemonizamos, no paran nunca", diría Comisiones, y los trabajadores: "nunca hacemos nada; se pegar fas vanguardias, no vamos a ningún lado". -Sumarnos, sí; pero con una participación real de los trabajadores mediante la discusión y el debate. -Pensamos que el día 12 no era lo fundamental, sino que era un día más. Lo que sí es importante es que los trabajadores puedan seguir una lucha. Una de las razones que discutimos más, y que fue muy útil en la asamblea general, fue la cuestión de la Unidad. INTELSA estaba muy dividida desde los conflictos del pasado enero. No sólo entre la derecha e izquierda, sino los que se quedan en medio y que se tira de ellos por ambos lados. Pensamos que haciendo un proceso de asambleas donde saliera realmente lo que quisiera la mayoría, podríamos recuperar a mucha gente. Por esto, en la reunión preparatoria que propusimos y que hicimos con todos los grupos y gente interesada, planteamos el: llevar un método de asambleas donde se eligieran portavoces, que se recontaran los votos, y que el proceso de asambleas se llevara acabo haciendo estas preguntas: si se estaba dispuesto a hacer algo contra las medidas económicas y qué se estaba dispuesto a hacer, si se tenían claras las razones del porqué se apoyaba la convocatoria del día 12 y aquí entraría en discusión el si era porque lo convocaba la COS, o porque se vieran razones para hacerlo. -Dimos un paso importante en cualificar el papel de la propia asamblea. El que los trabajadores nos tenemos que auto-disciplinar; que la democracia obrera no es el que hagamos lo que nos da la gana, sino el someternos a las normas que nosotros mismos nos marcamos para poder funcionar como clase organizada. Que nadie pueda pensar que posee la verdad. El colectivo de los trabajadores es quien tiene que dar el consenso mayoritariamente sobre los distintos planteamientos que se hagan. -A medida que se va discutiendo en la fábrica en asambleas, y donde se discute más profundamente, la gente lo va entendiendo de una forma clara y necesaria para poder participar en su problemática. Pero todo depende de cómo se utilice el método: si las asambleas se usan para una convocatoria, para intentar que la gente se lance a una lucha que estaba prácticamente sin asimilar, se produce un resquemor en la gente: "ya empezáis con las asambleas para enrolarnos en el rollo". Había que explicar que no; que teníamos que hacer asambleas precisamente para discutir si necesitábamos, o no, ir a ese cotarro. La manipulación de las asambleas, un peligro -Las asambleas generales son fácilmente manipulables. Se está produciendo un fenómeno, y es que hay que ser verdaderos locutores, o profesionales del cante, para poder casi intervenir en las asambleas. En la última asamblea general del día 12, los de la Junta y la COS cogieron la palabra media hora de un total de tres cuartos o una hora. Situaron muy bien su análisis político del momento para no poder hablar del tema sindical, que dejaron para lo último. Están creando un clima de convertirá la asamblea en el parlamento donde llegan los profesionales de la política o del sindicalismo a exponer y a expresar y a buscar un sí, o un no; pero no a dar argumentos que posibiliten el debate y la toma de posiciones de los propios trabajadores ante sus problemas. Este es un gran peligro, y lo que tenemos en juego en estos momentos. -El papel que puede tener la vanguardia, mientras la clase como clase no esté organizada, es o bien el sustituir a la clase, o el posibilitar su organización siendo, como dicen en Portugal, los dinamizadores de la conciencia de clase. La crítica que le hacemos a las centrales sindicales es ésta: que ellos convocan, y los afiliados obedecen. Todas ellas se consideran la más pura, y, por tanto, que todos los trabajadores deben organizarse allí para defender sus intereses. -Nuestra tarea es el potenciar la lucha en los núcleos donde llegamos y donde los trabajadores pueden aprender a participar, como en las asambleas de sección. Allí damos acceso a que hable todo el mundo independientemente de cómo lo hagan; y esto pasa porque te conocen y saben que estás con ellos por mucho tiempo. Nosotros tenemos mucho que aprender; pero nuestro aprendizaje no está en la línea de convertirnos en buenos oradores y de ser muy claros hablando. Esto queda para la postura revisionista, reformista, o, en definitiva, sustituísta de la clase que piensan que no es tarea de la clase asumir el poder ni la defensa de todos sus intereses, sino que para eso están los profesionales de la política -los partidos políticos- y los profesionales de la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores: los sindicatos. Si ahora, por ejemplo, se impone la pluralidad, no es porque los trabajadores no tengan una práctica de unidad, que sí la tienen sino porque hay un predominio de unas vanguardias que están interesadas en imponerla. -Quizás sea un error considerar "vanguardia" la tarea de posibilitar la construcción de la organización de la clase mediante el mecanismo de asamblea como forma de democracia directa, y no un principio de organización de la clase autónomo. En este sentido, un grupo de INTELSA que se plantee una forma de organización nueva, y se organiza de tal manera, es una parte de la clase organizada, y sería un error que actuara como vanguardia. Esto pasaría si utilizara las asambleas, o sea, las mismas formas que utilizan las "otras" vanguardias, en vez de simplemente extenderse en cuanto tipo de organización. Ese grupo tendría que funcionar como organización de clase, y no como vanguardia. Eficacia/manipulación -Un problema con que nos enfrentamos es nuestra falta de eficacia, ya que nos han vapuleado varias veces por esta razón. El día 12 decidimos en nuestra sección que la Junta convocara una asamblea, posterior a la general, donde decidimos el paro, porque aquélla se había quedado cortada al no haber tiempo para discutir el tema sindical. Dijimos que presentaríamos un escrito, etc.; nos dijeron que ya estaba pedida, que no nos enloqueciéramos y tal. Pasaron dos semanas y, ¿qué ha pasado? , que hoy nos han colado una asamblea, pero ha sido la presentación pública del PCE, y, mañana, que estaba prevista una asamblea para la revisión salarial, habrá que mezclar los dos temas: el sindical y la revisión salarial. -Yo creo que hay que ir al grano y ser efectivos, dejándonos de purismos y cuestiones de principio, porque realmente, para los trabajadores, a veces son secundarias. Tenemos que preparar las asambleas: tener cuatro intervenciones básicas. ¿Qué queremos sacar de la asamblea hoy? Tenemos que planificar esto y es en el sentido puramente de eficacia, y no sustituista, ya que lo que queremos sacar no es un sí o un no, sino introducir el debate. Si no es así, cuando hablamos uno de nosotros, salen cinco después y lo desvirtúan todo. Después, no hay manera de introducir el debate: te quitan todo el tiempo, hemos terminado, y a casa. -No estoy de acuerdo, habría que matizar lo de la eficacia, ya que lo más eficaz es la imposición, no hay duda, y, por tanto, ahora mismo el capitalismo. A la hora de una asamblea hay que tener claro el orden del día; pero la cuestión es quién lo tiene que tener claro. Si no es la totalidad de los trabajadores, allí no va a haber discusión. Creo que se trata de un proceso donde se posibilita esto. A nivel de fábrica, llevando los planteamientos a las secciones, y discutiéndolos. No ya el si se hace una asamblea o no, sino qué cosas se van a discutir en esa asamblea. Por otra parte, tenemos que ir teniendo claro -para ofrecérselo a la gente- un análisis de las cuestiones y datos que hay de fondo: cuáles están siendo sacados a la luz, y cuáles quedando por abajo. De esta forma, se fomentará el análisis crítico por parte de los trabajadores, y, también, el que sean ellos los protagonistas, y no nosotros los que lo tengamos claro.