PROLETARIADO Y ORGANIZACIÓN F. CARDAN Traducido de la revista "SOCIALISME OU BARBARIE" n° 27. PROLETARIADO Y ORGANIZACIÓN INTRODUCCIÓN Las organizaciones que la clase obrera había creado para emanciparse se han transformado en engranajes del sistema de explotación. Tal es la brutal constatación que se impone a todos los que -trabajadores y militantes- se enfrentan con la realidad. Y muchos se ven hoy en día paralizados por este dilema: - ¿Cómo actuar sin organizarse? - ¿Y cómo organizarse sin caer en la evolución que ha transformado a las organizaciones tradicionales en enemigos de los objetivos que debían realizar? - Hay quien cree poder resolver la cuestión de manera puramente negativa. La experiencia prueba, dicen, que todas las organizaciones obreras han degenerado. Por lo tanto, toda organización esta condenada a degenerar. Eso es sacar mucho, o muy poco, de la experiencia. Hasta hoy, casi todas las revoluciones han sido vencidas o han degenerado. ¿Hay que deducir de ello que se deba abandonar la lucha revolucionaria? Derrota de las revoluciones y degeneración de las organizaciones expresan, cada una a su nivel, un mismo hecho: la sociedad establecida sale provisionalmente victoriosa de su lucha con el proletariado. Si se quiere sacar la conclusión de que siempre ocurrirá asá, hay que ser lógico y quedarse en casa. Plantear el problema de la organización solo tiene sentido entre gentes que tienen la convicción de que pueden y deben luchar en común -y por lo tanto organizándose-y que no comienzan por apuntar que su derrota es inevitable. Y para estos, "las preguntas que plantea la degeneración de las organizaciones obreras cobran, entonces su sentido y exigen respuestas positivas: - ¿Porqué han degenerado esas organizaciones y qué significa exactamente esa degeneración? - ¿Cual ha sido su papel en el fracaso provisional del movimiento obrero? - ¿Porqué las ha sostenido el proletariado, o porqué no las ha superado? - ¿Qué conclusiones hay que sacar de todo ello en cuanto a la organización y a la acción en el porvenir? A estas preguntas no se puede dar una respuesta sencilla, ya que afectan a todos los aspectos y todas las tareas del movimiento obrero contemporáneo. Tampoco cabe una respuesta puramente teórica. El problema de la organización revolucionaria solo se irá resolviendo a medida que se construya realmente esa organización, y esto, a su vez, depende del desarrollo de la actividad de la clase obrera. Debe, sin embargo, recibir un esbozo de solución desde ahora mismo. Los revolucionarios no deben abstenerse de actuar en espera del desarrollo de las luchas obreras. Estas no van a resolver el problema de la organización de los revolucionarios. La organización tiene un papel que cumplir en el desarrollo de esas luchas. No habrá construcción real de la organización sin un desarrollo de esas luchas, ni desarrollo duradero de las luchas sin la construcción de la organización. Responder al problema de la construcción de una organización revolucionaria exige tomar como punto de partida el conjunto de la experiencia del movimiento revolucionario y analizar las condiciones en que ese movimiento se sitúa en la segunda mitad del siglo XX. Para ello, hay que efectuar algo que puede parecer un rodeo: volver a las ideas fundamentales, reconsiderar los objetivos revolucionarios y la historia del movimiento obrero. CAPITULO I.- EL SOCIALISMO: GESTIÓN DE LA SOCIEDAD POR LOS TRABAJADORES La historia de la humanidad en el siglo XX se encuentra dominada, en sus consecuencias directas e indirectas, por un hecho importantes en 1917 la clase obrera ha realizado en Rusia una revolución triunfante, y en lugar de conducir al socialismo, esa revolución ha conducido finalmente al poder de una nueva clase explotadora, la burocracia. ¿Cómo y porqué? En 1917 el proletariado ruso se movilizo para destruir el poder del Zar y de los capitalistas,- y para suprimir la explotación. Se armó y organizó en los comités de fábrica y en los soviets, a fin de llevar a cabo esa lucha. Pero cuando después de la guerra civil fueron eliminados los últimos restos del antiguo régimen, se vio que el poder económico y político estaba de nuevo concentrado en las manos de una nueva capa de dirigentes, cristalizados alrededor del partido bolchevique. El proletariado no asumía la dirección de la nueva sociedad, lo que equivalía a decir que no era él la clase dominante. Desde ese momento, si no era la clase dominante, volvía a ser la clase explotada. La degeneración de la revolución rusa no ha sido sino una vuelta al poder exclusivo de una clase particular. Todos los factores que han conducido a esa degeneración tienen, en último término, la misma significación profunda: El proletariado no ha asumido la dirección de la revolución y de la sociedad nacida de ella. Fue el partido bolchevique el que, desde el principio, pretendió -y lo consiguió muy pronto- ejercer la totalidad del poder del país. Una vez expropiados o exilados los propietarios privados, el estado bolchevique confió la dirección de las empresas a dirigentes nombrados por él mismo, combatiendo las tentativas de los obreros para apoderarse de la gestión de la producción. Y quien dirige la producción dirige también la política y la sociedad. De esta manera se formó una nueva clase que aglomerando a los dirigentes del partido y del estado, aglomeraba a los dirigentes de la producción y de la economía. Esta clase ha constituido la nueva clase dominante. La conclusión fundamental de la experiencia de la revolución rusa es, pues, que no es suficiente que el proletariado destruya el dominio estatal y económico de la burguesía. El proletariado solo puede realizar su revolución si construye su propio poder en todos los terrenos. Si la dirección de la producción, de la economía, del "estado" pasan a ser de nuevo función de una categoría especial de individuos, la explotación y la opresión de los trabajadores renacen fatalmente. Con ellas renacerá también la crisis permanente que desgarra a las sociedades contemporáneas, y que tienen su origen más profundo en el conflicto entre dirigentes y ejecutantes en el seno de la producción. El socialismo no es ni puede ser otra cosa que la gestión de la producción de la economía y de la sociedad por los trabajadores. LA AUTONOMÍA DEL PROLETARIADO La idea de la gestión obrera de la producción y de la sociedad implica que el único poder en la sociedad postrevolucionaria es el de los organismos de masa de los trabajadores (los consejos) que ejercen directamente ese poder. No tendría ningún sentido hablar de gestión obrera si los trabajadores no fuesen capaces de asumirla y, por lo tanto, de crear nuevas formas de organización y de orientación de la vida social. La revolución, y con mayor motivo la construcción de la sociedad socialista, presupone que la masa organizada de los trabajadores ha llegado a ser capaz de dirigir el conjunto de las actividades de la sociedad, prescindiendo de toda persona o grupo interpuesto. Si es capaz de dirigir la sociedad, también debe de ser capaz de dirigirse a sí misma, en todos los aspectos y de manera permanente. La revolución socialista solo puede ser el producto de la actividad autónoma del proletariado, autónoma en el sentido de que se dirige ella misma, de que no obedece a nadie, sino a sí misma. Dejemos a un lado el problema de la capacidad técnica del proletariado para dirigir la producción. El proletariado es el conjunto de todos los trabajadores asalariados y explotados, de los talleres y de las oficinas, que contiene en sí mismo todas las capacidades técnicas de la sociedad contemporánea. El problema es fundamentalmente político: el de la unidad de los trabajadores de los talleres y de las oficinas, y de su cooperación para realizar la gestión común -de la producción. De la misma manera, lo que se plantea en todos los terrenos al poder proletario son cuestiones políticas: su propia organización, las relaciones entre centralización y descentralización, la orientación general de la producción y de la sociedad, las relaciones con las demás capas sociales, etc. El socialismo, pues, presupone un elevado grado de conciencia social y poli-tica en el proletariado. No puede ser el resultado, solamente, de una simple rebelión del proletariado contra la explotación, sino de la capacidad del proletariado para sacar de sí mismo respuestas válidas y positivas a los inmensos problemas que planteara la reconstrucción de la sociedad moderna. Nadie puede tener esa conciencia "por" y "en lugar" del proletariado: ni un individuo, ni un grupo, ni un partido, porque es imposible que un grupo particular resuelva los problemas y asuma las tareas que se encuentran planteadas a escala de la humanidad. Solo los problemas de una sociedad explotadora, capitalista, pueden ser resueltos por una minoría de dirigentes; y aun esto se vuelve cada vez más difícil. Los problemas que planteara la reconstrucción socialista de la sociedad no podrán ser resueltos, ni siquiera planteados correctamente, sin el empleo de la actividad creadora de la inmensa mayoría de los individuos, porque la reconstrucción significa volver a empezar y rehacerlo todo: las máquinas, las fábricas, los objetos de consumo, las viviendas, los sistemas de educación, las instituciones políticas, los museos, las ideas y hasta la propia ciencia... todo ello con arreglo a las necesidades de los trabajadores y desde su punto de vista. EL DESARROLLO DEL PROLETARIADO HACIA EL SOCIALISMO ¿El socialismo concebido de esta manera es una perspectiva histórica, una posibilidad que existe en el seno de la sociedad moderna, o se trata de un sueño? ¿Constituye el proletariado una clase moderna de esclavos industriales que estalla periódicamente en rebeliones sin salida? La respuesta a estas preguntas se encuentra en el análisis de la historia real del proletariado, de su vida, de la creación de sus movimientos políticos, de su actividad en los periodos de revolución. Este análisis conduce a transformar de manera concreta las ideas tradicionales sobre el socialismo, las reivindicaciones obreras o las formas de organización. En primer lugar, la lucha del proletariado contra el capitalismo no es ni únicamente "reivindicativa", ni únicamente "política". La lucha de los trabajadores contra el capitalismo, lejos de tener como único objetivo el salario, domina todos los aspectos y todos los instantes de la vida de la empresa, porque en principio, el conflicto entre obreros y dirección acerca de los salarios afecta rápidamente a todos los aspectos de la organización del trabajo. Además, sea cual fuere el nivel de los salarios, los obreros se ven irremisiblemente conducidos a combatir los métodos de producción que traen consigo su deshumanización, cada día más intolerable. La lucha no se limita, no puede limitarse a ser puramente negativa, pues no tiende solamente a aminorar la explotación. La producción debe de realizarse de todas maneras, y los obreros, al mismo tiempo que combaten las normas y el aparato burocrático de coacción, mantienen una disciplina de trabajo e instauran una cooperación que se opone, en el espíritu y en la letra, al reglamento de la fábrica. De este modo, asumen algunos aspectos de la gestión de la producción, al tiempo que plantean, mediante estos hechos nuevos, principios de organización en las relaciones de producción, y combaten a sustituirla por una moral nueva de solidaridad y de igualdad. Nacida en la obscuridad de la vida cotidiana de los trabajadores, la concepción socialista de la sociedad estalla de una manera evidente durante las revoluciones proletarias que jalonan la historia del capitalismo. Lejos de rebelarse solamente contra la miseria y la explotación, el proletariado plantea entonces, el problema de una nueva organización de la sociedad en su conjunto y da a ese problema respuestas positivas. La Comuna de Paris de 1871, los soviets de 1905 en Rusia, los de 1956 en Hungría.... han sido a la vez instrumentos de lucha contra la clase dominante y su estado, y nuevas formas de organización de los hombres, partiendo de principios radicalmente opuestos a los de la saciedad burguesa. Esas creaciones del proletariado han refutado en la práctica las ideas que dominan desde hace siglos la organización política de los hombres. Han mostrado la posibilidad de una organización social centralizada que, lejos de expropiar políticamente a la población en provecho de sus "representantes", somete, por el contrario, a estos al control da sus mandatarios, y realiza por primera vez en la historia moderna la democracia a escala de la sociedad entera. De igual modo, la gestión obrera de la producción, exigida por los comités de fábrica rusos de 1917, ha sido realizada por los obreros españoles en 1936-37, y proclamada como uno de sus objetivos fundamentales por los obreros húngaros en sus Consejos, en 1956. Pero el desarrollo del proletariado hacia el socialismo no se manifiesta solamente en la vida de la empresa o en el momento de la revolución. Desde el comienzo de la historia, el proletariado lucha contra el capitalismo, de modo que es enteramente falso decir que la clase obrera solo ha creado asociaciones económicas o profesionales (sindicatos). En algunos países, como Alemania, los obreros han comenzado por construir un movimiento político del cual han surgido los sindicatos. En la mayor parte de los o-tros casos, como en los países latinos y hasta en Inglaterra, los propios sindicatos no eran al principio organizaciones puramente sindicales; su objetivo directo era la abolición del salario. Es también falso decir que las organizaciones políticas del proletariado han sido creación exclusiva de los intelectuales, como algunos han pretendido decir, o para felicitarse de ello o para deplorarlo. Aun en el caso de las organizaciones en cuya constitución los intelectuales han tenido un papel predominante, esas organizaciones no hubieran podido jamás adquirir una realidad si no se hubieran adherido a ellas los obreros, si no las hubieran alimentado con su experiencia, con su acción y, frecuentemente, con su sangre. CARÁCTER CONTRADICTORIO DEL DESARROLLO DEL PROLETARIADO Encontramos, pues, un desarrollo autónomo del proletariado hacia el socialismo, que toma su punto de partida en la lucha de los obreros contra la organización de asociaciones políticas y culmina en las revoluciones. Pero ese desarrollo no es ni el resultado mecánico y automático de las "condiciones objetivas" en las que vive el proletariado, ni una evolución biológica o una maduración necesaria que se nutre de sí misma. Es un proceso histórico y esencialmente un proceso de lucha. Los obreros no nacen socialistas, ni han cambiado milagrosamente al entrar en la fábrica. Pasan a ser, o más exactamente, se van haciendo socialistas durante y en función de su lucha contra el capitalismo. Pero hay que ver exactamente cuál es esa lucha, en qué terreno se sitúa, cuál es su verdadero enemigo. El proletariado no combate solamente al capitalismo como una fuerza exterior. Si solo se tratara del poder material de los explotadores, su estado y su ejército, la sociedad de explotación habría sido destruida hace mucho tiempo, puesto que no dispone de ninguna fuerza propia, fuera del trabajo de los mismos explotados. Solo sobrevive en la medida en que consigue hacer aceptar su situación a los trabajadores. El proletariado no solo soporta una propaganda doctrinal sistemática, por parte de la burguesía y de la burocracia, sino que esta desposeído de su propio pasado, puesto que solo puede conocer de su historia y de sus luchas pasadas aquello que las clases dominantes aceptan dejarle ver. Esta desposeído de su propia realidad de clase universal, debido a la separación local, profesional, nacional, que implica la estructura social actual. Está también desposeído de su presente, puesto que todas las informaciones es tan controladas por las clases dominantes. El obstáculo más formidable, con mucho, en el camino del desarrollo del proletariado, es el constante renacimiento de la realidad capitalista en el seno del propio proletariado. El proletariado no es extraño al capitalismo; nace en una sociedad capitalista, se encuentra en ella, participa de ella, la hace funcionar. Las ideas, las normas, las actitudes capitalistas, tienden constantemente a invadir al proletariado; y eso seguirá siendo así mientras la sociedad actual dure. La situación del proletariado es absolutamente contradictoria, ya que al mismo tiempo que hace nacer los elementos de una nueva cultura y de una nueva organización humana, no puede nunca escapar enteramente a la sociedad capitalista en que vive. La influencia más profunda de esa sociedad se manifiesta sobre todo en los sectores en los que menos se piensa. En el momento de una revolución, el capitalismo puede ser vencido militarmente y quedar sin embargo victorioso, si para vencerlo, so pretexto de "eficacia", el ejército revolucionario o la producción han sido organizados según el modelo capitalista. La lucha del proletariado contra el capitalismo es, pues, en sus aspectos más importantes, una lucha del proletariado contra sí mismo, una lucha para escapar a lo que subsiste en él de la saciedad a la que está combatiendo. La historia del movimiento obrero es la historia del proletariado a través de esta lucha, desarrollo que no es una ascensión continua, sino una progresión contradictoria, desigual, con periodos de retro ceso parcial o total. Este retroceso a esa progresión no se mide únicamente por la "combatividad" del proletariado, sino por su actitud frente a los problemas que encuentra, que no son solo los problemas políticos. La "izquierda" francesa se complace en considerar que el proletariado francés es mas "avanzado" que el proletariado americano o inglés, porque el primero seguía en su mayoría a una organización como el P.C., mientras que en Inglaterra o en América los obreros votan por partidos reformistas o burgueses. Nunca ha llamado la atención el hecho de que los obreros americanos o ingleses, a los que considera "atrasados" políticamente, son, en la producción, mucho más combativos e intratables que los obreros franceses; ni siquiera comprende lo que esas palabras quieren decir. CAPITULO II.- EL PROCESO DE DEGENERACIÓN DE LAS ORGANIZACIONES OBRERAS Solo en ese contexto podemos comprender la evolución de las organizaciones obreras. Desde hace un siglo, el proletariado ha constituido en todos los países organizaciones destinadas a ayudarle en su lucha; y todas esas organizaciones, sindicales o políticas, han degenerado finalmente, o se han integrado en el sistema de explotación. Poco importa ahora que se hayan transformado en puros y simples engranajes del estado y de la sociedad capitalista -como las organizaciones reformistas-, o que, como las organizaciones estalinistas, tiendan a realizar una transformación de esa sociedad, en la que el poder económico y político pase a una capa burocrática, dejando intacta la explotación de los trabajadores. Lo esencial es que se han transformado en enemigos del objetivo que les animaba al principio: la emancipación del proletariado. No se trata, claro está, de "errores" ni de "traiciones" por parte de los dirigentes. Unos dirigentes que se equivocan o que traicionan son, tarde o temprano, expulsados de las organizaciones que dirigen con su burocratización, es decir, con la constitución en su seno de una capa de dirigentes inamovibles e incontrolables. Desde ese momento, la política de esas organizaciones expresa las aspiraciones e intereses de esa burocracia. Comprender la degeneración de las organizaciones es comprender cómo la burocracia ha podido nacer en el movimiento obrero. En pocas palabras: la burocratización ha significado que la relación social fundamental del capitalismo moderno -la relación entre dirigentes y ejecutantes- se ha reproducido en el seno del propio movimiento obrero. Y esto ha ocurrido de dos formas: a) En el interior de las organizaciones obreras que han resuelto la extensión y complicación de sus tareas adoptando un modelo burgués de organización, instaurando una división del trabajo cada vez más profunda que ha conducido a la formación de una nueva capa de dirigentes separada de la masa de militantes, quedando estos reducidos al papel de simples ejecutantes. b) En las relaciones entre organización y proletariado. La función que han asumido gradualmente las organizaciones ha sido la de dirigir a la clase obrera en su propio provecho e interés, dejando la clase obrera la mayor parte de las veces que sean las organizaciones quienes determinen ese interés, limitándose ella a ejecutar sus consignas. De ese modo se ha llegado a una negación completa de lo que es la propia esencia del movimiento socialista: la idea de la autonomía del proletariado. En un sentido, nada de lo que se ha dicho anteriormente sobre la gestión obrera y sobre la autonomía del proletariado es nuevo. Puede reducirse a la formulación de Marx: "La emancipación de los trabajadores debe de ser obra de los trabajadores mismos", es decir, solo habrá emancipación en la medida en que los trabajadores decidan ellos mismos los objetivos y los medios de sus luchas. Esa intuición de la autonomía en Marx va unida a los aspectos más profundos y más positivos de su obra: la importancia central concedida al análisis de la producción en la fabrica capitalista, la critica radical de la ideología burguesa bajo todos sus aspectos, la critica de la noción tradicional de "teoría", la visión del socialismo como una nueva realidad cuyos elementos aparecen desde ahora en la vida y en la actividad de les obreros. Pero el marxismo, nacido él mismo en la sociedad capitalista, no ha escapado ni podía escapar enteramente a la cultura que ha constituido su terreno de crecimiento. La situación del proletariado hasta la revolución seguirá siendo contradictoria. Que "las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante" no significa solamente que esas ideas dominantes tienen la mayor difusión material y son aceptadas por la mayoría de la gente; significa también que esas ideas tienden a ser admitidas -en parte e inconscientemente- por los mismos individuos que las combaten más violenta mente. En el terreno teórico, y no en menor grado que en el terreno práctico, la lucha del movimiento revolucionario para escapar a la influencia del capitalismo es una lucha permanente. LA DESVALORIZACIÓN DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA Muy pronto comenzó a prevalecer la idea de que el marxismo era la ciencia de la sociedad y de la revolución, y se ha querido presentar la teoría revolucionaria como la síntesis y la continuación de las creaciones de la cultura burguesa (filosofía clásica alemana, economía política inglesa, socialismo utópico francés), olvidando que lo fundamental de la obra de Marx era precisamente el trastrueque de los principios fundamentales de esa cultura. En consecuencia, se ha llegado a decir más tarde que la con ciencia política socialista debe de ser introducida en la clase obrera "desde fuera", ya que la conciencia socialista moderna solo puede surgir de la base de un conocimiento científica profundo y que "el portador de la ciencia no es el proletariado sino la intelectualidad burguesa". No hace falta insistir hasta qué punto esta concepción se encuentra en contradicción con la idea de una revolución socialista consciente de las masas. Para los que opinan así, las masas no tendrían otra tarea que la de comprobar en la práctica lo que la teoría había decidido anteriormente. La política revolucionaria tendería a ser transformada en una técnica. El ingeniero aplica la ciencia en unas determinadas condiciones, con vistas a lograr un determinado objetivo; el político revolucionario, igual que el técnico, aplica en determinadas condiciones las conclusiones de la teoría de la revolución para conseguir ese objetivo. Esta concepción de la teoría revolucionaria como técnica, no es exclusiva del bolchevismo; expresa también la actitud típica de los dirigentes de la segunda internacional y de los reformistas. LA DESVALORIZACIÓN DEL PROGRAMA Y DE LA FUNCIÓN DEL PARTIDO Ese carácter técnico es el aspecto que pasa a ser gradualmente dominante en el programa de las organizaciones políticas. Por un lado, los objetivos del proletariado pueden y deben de ser dominados por la teoría; la emancipación del proletariado será la obra de los técnicos, de la revolución aplicando correctamente su teoría en las circunstancias adecuadas. Por otro lado, lo que esa teoría permite comprender a los teóricos son los "elementos objetivos" de la revolución de la sociedad. El socialismo aparece a sí privado de todo contenido humano, como una simple transformación "objetiva" y, exterior. Preocuparse exclusivamente de la distribución del producto social, del estatuto de la propiedad o de la organización general de la economía (la nacionalización], pasa entonces a ser inevitable, y el hecho de que el socialismo deba ante todo significar una subversión radical de las relaciones entre los hombres, ya sea en la producción o en la política, se oculta completamente. Si el socialismo es una verdad científica que solo es asequible a los especialistas, a causa de su elaboración teórica se desprende que la función del partido revolucionario será la de "importar" el socialismo al proletariado. Este no podría llegar al socialismo por su propia experiencia; lo más que puede hacer es identificarse con el partido que encarna esa verdad, que es el representante de los intereses universales de la humanidad. No se trata de que lo controle, salvo por su pasividad y su negativa a seguirle. Aun en ese caso, el partido sacaría simplemente la conclusión de que no ha sabido hacer que su programa sea bastante concreto, su propaganda bastante convincente o, como máximo, que se ha equivocado sobre la "apreciación de la situación". Así, el partido posee la verdad sobre el socialismo, puesto que es el único que posee la teoría que conduce a él. La democracia, en la medida en que es admitida, es solo un procedimiento pedagógico o una adaptación justificada por el carácter "imperfecto" de la ciencia revolucionaria. Pero el partido es el que sabe y puede determinar la medida o la dosis conveniente de esa participación democrática. EL PARTIDO REVOLUCIONARIO ORGANIZADO SEGÚN UN MODELO CAPITALISTA Cualquiera que sea el grado de democracia formal que exista en el interior de la organización, los militantes tendrán conciencia de que son los especialistas quienes tienen que apreciar la situación objetiva y deducir de ella la línea que se impone seguir. Su actividad consistirá entonces, a lo largo del año, en ejecutar lo que los políticos han decidido. La división de las tareas, indispensable en todos los lugares donde debe haber una cooperación, se transforma así en una verdadera división del trabajo: por una parte el trabajo de dirección; por otra, separado y aparte, el trabajo de ejecución. Una vez instaurada, esta división tiende a ampliarse y profundizarse por sí misma. Los dirigentes-especialistas especializándose en su papel y creyéndose, indispensables; los ejecutantes, estancándose en sus labores concretas, privados de información, de la apreciación general de la situación y de los problemas de la organización, frenados por la falta de participación en el conjunto de la vida del partido. Estos, los ejecutantes, tendrán cada vez menos posibilidad y menos capacidad de controlar a los especialistas. Esta división del trabajo tiene, teóricamente, un límite en la "democracia"; pero la democracia, que debería significar que la mayoría dirige, se ve reducida a significar que la mayoría designa a sus dirigentes. Calcada pues sobre el modelo burgués de democracia parlamentaria, privada de contenido real, pasa a ser rápidamente un velo que cubre el poder incontrolable de los dirigentes. La base no dirige la organización por el hecho de elegir una vez al año a delegados que designarán el comité central, de la misma manera que el pueblo no es soberano bajo la república parlamentaria, porque elija periódicamente a los diputados que luego designarán el gobierno. Considérese, por ejemplo, el "centralismo democrático", tal y como se supone debe de funcionar en un partido leninista ideal. El que el "comité central" sea designado por un "congreso democráticamente elegido" no cambia en nada el hecho de que este comité, una vez elegido, es el dueño absoluto de la organización, de hecho y de derecho; y no solo porque según los estatutos tenga toda clase de poderes sobre el cuerpo del partido (pudiendo disolver las organizaciones de base, expulsar militantes, etc.), sino porque en esas condiciones puede determinar la composición del congreso siguiente. La expresión de las opiniones de la base tiene un valor muy limitado, desde el momento en que el tipo de funcionamiento de la colectividad impide que esa opinión se forme sobre bases sólidas, es decir, por una participación permanente en las actividades, así como en la solución de los problemas planteados. Un congreso, por ejemplo, que se reúne a intervalos regulares, no tiene más valor que unas elecciones parlamentarias, ya que se limita a invitar de vez en cuando a los electores a tomar una decisión respecto a los problemas de los que se les ha tenido alejados el resto del tiempo, quitándoles además toda posibilidad de controlar lo que ocurriera después. LAS CONDICIONES OBJETIVAS DE LA BUROCRACIA La degeneración y la burocratización de las organizaciones es, pues, un fenómeno total que abarca todos los aspectos de la existencia. Es un proceso de degradación tanto de la teoría revolucionaria como del programa, tanto de la función como de la estructura de las organizaciones de trabajo que los militantes realizan en ellas. Es casi innecesario repetir que ese proceso ha sido contradictorio, o mejor, que la realidad de esas organizaciones ha sido contradictoria desde el principio y durante la mayor parte de su historia. Si las organizaciones -los sindicatos y- los partidos- solo hubieran sido burocracia, no hubieran sido absolutamente nada, no hubieran podido ni conseguir las dimensiones a las que llegaron, ni jugar el papel que ha sido el suyo. Hay en la práctica de esas organizaciones, antes de que degeneren totalmente, el equivalente de lo que ha sido dicho anteriormente a propósito de la propia teoría marxista: una doble realidad. Esto puede ser visto también en el ejemplo -históricamente el más importante de todos- de las posiciones de Lenin sobre las relaciones entre el partido y las masas. La concepción del partido poseedor de la conciencia socialista por un lado, y por otro el proletariado, incapaz de superar por si mismo el tradeunionismo, juega más bien un papel episódico en el "Que hacer", y Trotsky en su "Stalin" afirma que Lenin la abandonaría más tarde. Es, sin embargo, utilizada de nuevo con fuerza en "La enfermedad infantil" (1920) donde Lenin opone a los izquierdistas ideas sobre las relaciones entre el partido y las masas que equivalen a las del "Que hacer". Pero entretanto había escrito "El Estado y la revolución" (1917), de donde el partido está totalmente ausente. Estas contradicciones se encuentran de manera aun más aguda en la práctica de Lenin, que analizando lo que el movimiento de masas creaba con más originalidad y profundidad, constataba con angustia -en sus últimos años- el abismo que se abría entre estas y el partido. Por lo que a esto respecta, hay que hacer notar -para uso de algunos críticos profesionales del bolchevismo- que los lados burocráticos del leninismo han existido también en los social-demócratas, y de una manera mucho más hipócrita, sin encontrar, en cambio, el equivalente de los aspectos revolucionarios del leninismo. Esto no significa que la evolución histórica real sea el resultado de la degradación de las ideas en la cabeza de los individuos. Esta degradación no es sino la expresión de la permanencia de la realidad capitalista, de los modelos de pensamiento y de acción capitalistas en el movimiento obrero. Significa que ese movimiento no consigue escapar a la influencia de la sociedad en la que nace, que vuelve a caer bajo su influencia indirecta, aun cuando crea estarla combatiendo de raíz. Es evidente que esa influencia tiene una base en el conjunto de las relaciones productivas económicas, políticas e ideológicas de la sociedad establecida, y que en particular la evolución burocrática de las organizaciones obreras ha sido condicionada por la evolución objetiva del capitalismo. Una burocracia "revolucionaria" y "totalitaria" como la burocracia estalinista, no se puede concebir sin una situación de crisis permanente de la sociedad, unida a la incapacidad de las clases dominantes para resolverla. Más generalmente, una burocracia obrera de cierta amplitud no es imaginable sin un cierto grado de concentración de la producción y de estatización de la vida económica. Lo que este análisis no enseña es que la situación objetiva posibilitaba la degeneración burocrática, pero que no la hacía fatal. Es evidente que la sociedad capitalista proporcionara siempre la posibilidad de integrarse en el sistema de explotación a una fracción dirigente de las clases explotadas. Es también evidente que las tendencias que han favorecido el nacimiento y el desarrollo de la burocracia obrera son las tendencias dominantes del capitalismo moderno, que se transforma cada vez más en un capitalismo burocrático. Esto podemos verlo aun mejor en un ejemplo particularmente importante: Se tiende a veces a presentar la burocratización de las organizaciones como siendo el resultado inevitable de su, extensión numérica; sindicatos o partidos con cientos de miles de adherentes no podrían -piensan algunos- organizar, coordinar, centralizar sus actividades, si no es creando por parte de la dirección un trabajo aparte, confiado a individuos que se consagran a él profesionalmente. Ese análisis "objetivo" no es en modo alguno objetivo, ya que ha aceptado de antemano un grave prejuicio burgués. Lo que es objetivo, irreversiblemente planteado por la sociedad moderna, es el problema de la centralización. Pero a ese problema pueden dársele dos soluciones, y la objetividad no pasa de ahí. Según la solución burguesa, burocrática, la centralización es función particular de una capa particular de dirigentes. Es la solución que, a fin de cuentas, han adoptado las organizaciones obreras. Pero el proletariado ha resuelto, en el curso de sus luchas, el problema de la centralización de manera completamente diferente. Una asamblea general de huelguistas, un comité de huelga elegido, la Comuna, los soviets, el consejo de empresa... todo esto es centralización. La respuesta del proletariado al problema de la centralización es la democracia directa y la elección de delegados revocables. Y nadie puede demostrar que hubiera sido imposible que las organizaciones obreras hubieran podido resolver el problema de la centralización inspirándose en esa respuesta obrera, y no en la respuesta burguesa. De hecho, el proletariado ha tratado a veces de organizarse a su manera, hasta en periodos "normales". EL PAPEL DEL PROLETARIADO EN LA DEGENERACIÓN DE LAS ORGANIZACIONES La degeneración significa que la organización tiende a separarse de la clase obrera, que se transforma en un organismo aparte. Pero esto no ocurre a causada los defectos, de la estructura de las organizaciones, de sus concepciones erróneas. Esos aspectos negativos expresan el fracaso de las organizaciones que, a su vez, no es sino un aspecto del fracaso del propio proletariado. Cuando se crea una relación dirigente-ejecutante entre el partido o el sindicato y el proletariado, significa que el proletariado acepta que se instaure en su seno una relación de tipo capitalista. Esta degeneración manifiesta la inmadurez del proletariado con respecto al socialismo. Corresponde a una fase del movimiento obrero, y más generalmente, a una tendencia constante del movimiento obrero, a una tendencia a abandonar -consciente o inconscientemente-, y siempre de manera pasiva, la solución de sus problemas a la organización. De igual modo, la pretensión del partido de que, poseyendo la teoría posee la Verdad y debe dirigirlo todo, no tendría ninguna consecuencia real si no correspondiera en el proletariado a la convicción de que los asuntos generales son el privilegio de los especialistas, y de que su propia experiencia de la producción y de la sociedad no es "importante". Se debe, claro está, juzgar de una manera diferente al político que quiere imponer por todos los medios su punto de vista, y al obrero incapaz de responder a su chorro de palabras, o de oponerse a sus maniobras, y aun más al jefe que "traiciona" y al obrero que es "traicionado". Pero no hay que olvidar que la noción de "traición" no tiene sentido en las relaciones sociales. Nadie traiciona verdaderamente a individuos que no quieren ser traicionados y hacen lo necesario para no serlo. Comprender esto permite apreciar en su justo medio y valor el fetichismo del proletariado y la obsesión antiorganizativa que se ha apoderado de algunos militantes. Cuando los jefes sindicales hacen prevalecer una política reformista, lo consiguen porque hay apatía, aceptación o reacción insuficiente de la masa obrera. Cuando, por ejemplo, la masa obrera de un país permanece indiferente ante el mal trato y la segregación de los emigrantes, y solo se agita cuando se trata de elevar sus salarios, es muy superficial achacar a sus dirigentes o a la burocratización de la organización esta situación. Podemos, pues, concluir diciendo que el proletariado solo tiene las organizaciones que es capaz de tener. Esta situación obliga al proletariado a comenzar y recomenzar continuamente su lucha contra la sociedad capitalista. Pues mientras ésta dure, el proletariado seguirá, en parte, bajo su influencia. Siempre habrá "condiciones objetivas" que hagan posible la degeneración, más esto no quiere decir que la degeneración sea algo fatal e inevitable. Los hombres hacen su propia historia. Las condiciones objetivas permiten simplemente un resultado que es el producto de la acción y de la actitud de los hombres. CAPITULO III.- COMIENZA UN NUEVO PERIODO DEL MOVIMIENTO OBRERO ¿Bajo qué condiciones cabe hacer cambiar esta situación en el porvenir? La situación puede cambiar a condición de que: a) La experiencia del periodo precedente permita, tanto a los militantes revolucionarios como a los obreros, tomar conciencia de lo que tenían de contrarias las concepciones y actitudes de unos y otros y, a fin de cuentas, de lo que tenían de reaccionarias. b) De que los militantes puedan realizar el cambio necesario y consigan concebir de una manera nueva, de una manera socialista, lo que es la teoría, el programa, la política, la actividad y la organización revolucionaria. c) De que el proletariado, por su parte, llegue a ver en sus luchas una lucha autónoma, y en la organización revolucionaria, no una dirección encargada de su suerte, sino un momento y un instrumento de su lucha. ¿Existen actualmente esas condiciones? ¿Depende ese cambio de un esfuerzo de voluntad, de una inspiración, de una teoría más correcta? No. Ese cambio es desde ahora posible a causa de un hecho objetivo decisivo; la burocratización del movimiento obrero. La acción del proletariado ha producido la burocracia. La burocracia se ha integrado en el sistema da explotación. Si la lucha del proletariado contra la explotación continua, se volverá también contra los burócratas, no solo en tanto que personas, sino también contra la burocracia en tanto que sistema, en tanto que tipo de relaciones sociales, en -tanto que realidad e ideología correspondiente. Esto es un complemento esencial a lo dicho anteriormente sobre el papel de los factores objetivos. No hay leyes económicas, ni de ningún otro tipo, que hagan que desde ahora la burocratización sea imposible. Pero hay una evolución que ha comenzado a ser objetiva, ya que la sociedad se ha burocratizado; por lo tanto, la lucha del proletariado contra esa sociedad no puede dejar de ser una lucha contra la burocracia. Al mismo tiempo que se lucha contra la una, directa o indirectamente, se lucha contra la otra. La destrucción de la burocracia no es indefectiblemente segura, de igual manera que la victoria del proletariado en su lucha tampoco lo es. Pero las condiciones de esa victoria han sido sentadas desde ahora por la realidad social, ya que la toma de con ciencia del problema de la burocracia no depende ya de razonamientos o de una lucidez excepcional; puede ser el resultado de la experiencia cotidiana de los trabajadores, que encuentran ante ellos a la burocracia, no como una amenaza posible en un porvenir lejano, sino como un enemigo de carne y hueso, nacido de su propia acción. PROLETARADO Y BUROCRACIA EN EL PERIODO ACTUAL Los acontecimientos de estos últimos años muestran que e1 proletariado tiene la experiencia de las organizaciones burocráticas, no como una dirección que "engaña" o "traiciona", sino de una manera mucho más profunda. Cuando esas organizaciones están instaladas en el poder, como en los países del Este, el proletariado va viendo en ellas la encarnación pura y simple del sistema de explotación. Cuando consigue romper el aparato totalitario, su lucha revolucionaria no está solamente dirigida contra la burocracia, sino que plantea nuevas formas de acción y organización. En la mayor parte de los países occidentales, la actitud de los trabajadores ante las organizaciones burocráticas muestra que ven en ellas instituciones que le son exteriores y extrañas. En contra de lo que pasaba todavía al final de la segunda Guerra Mundial, en ningún país industrializado creen ya que los partidos o los sindicatos quieren o pueden cambiar fundamentalmente su situación. Es posible que estén dispuestos a "apoyarlos" votando por ellos, como un mal menor. Es posible que los utilicen -es lo que ocurre todavía frecuentemente en lo que respecta a los sindicatos-, como se utiliza a un abogado o a los bomberos. Pero muy pocas veces se movilizan por ellos o a su llamada; y en todo caso, nunca participan en ellos. Ya aumenten o disminuyan los inscritos en el sindicato, nadie asiste a las asambleas sindicales. Los partidos pueden contar cada vez menos con la participación activa de los adherentes obreros, y funcionan sobre todo con asalariados fijos, pequeños burgueses e intelectuales "de izquierda". Para los trabajadores, partidos y sindicatos forman parte del orden establecido, más o menos corrompidos que tos demás, pero fundamentalmente idénticos a ese orden. Cuando las luchas obreras se desencadenan, ocurre frecuentemente que se desarrollan fuera de las organizaciones burocráticas, y a veces directamente contra ellas (mayo francés, huelgas salvajes). Hemos entrado, pues, en una nueva fase de desarrollo del proletariado. Es el comienzo de un periodo histórico durante el cual el proletariado tenderá a desembarazarse de los residuos de sus creaciones de 1890 y de 1917. En el futuro, cuando los trabajadores se planteen sus propios objetivos y quieran luchar seriamente para realizarlos, solo podrán hacerlo fuera, y la mayoría de las veces en contra, de las organizaciones burocráticas. Esto no significa que las organizaciones burocráticas desaparecerán. Mientras el proletariado siga aceptando el sistema de explotación, subsistirán organizaciones que expresen ese estado de hecho, y que sigan los engranajes de la integración del proletariado en la sociedad capitalista, cuyo funcionamiento es desde ahora inconcebible sin ellas. Pero por ese mismo hecho, cada lucha tenderá a oponer y enfrentar a los trabajadores contra las organizaciones burocráticas, y si esas luchas se desarrollan, surgirán nuevas organizaciones del seno de los trabajadores, ya que cantidad de obreros, de empleados, de intelectuales, sentirán la necesidad de actuar de manera sistemática y permanente para ayudar al proletariado a conseguir sus nuevos objetivos. LA NECESIDAD DE UNA NUEVA ORGANIZACIÓN Si la clase obrera entra en una nueva fase de actividad y de desarrollo, es e vidente que aparecerán innumerables necesidades practicas e ideológicas. El proletariado va a necesitar órganos de expresión que permitan que la experiencia y la opinión de los obreros no se quede en el taller y en la oficina, donde los encierra la estructura capitalista de la sociedad, y que puedan romper el monopolio burgués y burocrático de los medios de expresión. Necesitara órganos de expresión e información que le comuniquen lo que ocurre en las diversas capas de trabajadores, en los grupos dominantes, en la sociedad en general, en los demás países. Necesitará órganos de lucha ideológica contra el capitalismo y contra la burocracia, que sean capaces de definir una concepción socialista de los problemas de la sociedad. El proletariado sentirá la necesidad de que sea formulada una perspectiva socialista, de que sean precisadas y elaboradas soluciones a los problemas que debería afrontar un poder obrero, de que la experiencia de las revoluciones pasadas sea expresada y presentada a las generaciones actuales; necesitará instrumentos materiales y de comunicación interprofesional, interregional e internacional. Necesitará atraer a su campo a los empleados, a los técnicos, a los intelectuales, e integrarlos en su lucha. La clase obrera no puede satisfacer por sí misma, directamente, todas esas necesidades, salvo en periodo de revolución. La clase obrera puede hacer "expontaneamente" una revolución, plantear las más profundas reivindicaciones, inventar formas de lucha de incomparable eficacia, crear organismos que expresen su poder; pero la clase obrera, en tanto que totalidad indiferenciada, no hará, por ejemplo, un diario obrero para todo el país, cuya ausencia se hace cruelmente sentir hoy en día. Son los obreros y los militantes los que lo harán y los que deberán necesariamente organizarse para hacerlo. No es la clase obrera en su conjunto la que hará conocer el ejemplo de una determinada lucha llevada a cabo en un lugar, si obreros y militantes organizados no la dan a conocer. Sin la integración de los intelectuales y los técnicos, quedaran sin solución un gran numero de problemas que se plantean al movimiento revolucionario en una sociedad moderna. Ni la clase obrera en tanto que tal, ni los intelectuales en tanto que intelectuales, podrán resolver el problema de la elaboración continua de una teoría y de una ideología revolucionaria, que solo puede hacerse por la fusión de la experiencia obrera y de los elementos positivos de la cultura moderna. El único lugar de la sociedad contemporánea donde esta fusión de los elementos positivos de la cultura moderna y de la experiencia obrera pude efectuarse es en una organización revolucionaria. Trabajar para responder a esas necesidades significa, pues, construir una organización tan amplia, tan sólida y tan eficaz como sea posible. Esa organización solo podrá existir bajo dos condicionas: a) La primera es que la clase obrera reconozca en ella un instrumento indispensable para su lucha. Sin un apoyo importante de la clase obrera, la organización no podrá desarrollarse, ni para bien ni para mal. La fobia a la burocratización que actualmente se desarrolla en muchos militantes ignora un hecho elemental: hay muy poco sitio para una nueva burocracia, tanto objetivamente (las burocracias existentes atienden a todas las necesidades del sistema de explotación), como sobre todo en la conciencia del proletariado. Y entonces, si el proletariado dejara de nuevo desarrollar se a una nueva organización burocrática y cayera otra vez bajo su influencia, habría que sacar la conclusión de que todas las ideas que profesamos son falsas, en todo caso, por lo que al periodo histórico actual respecta. Eso significaría que el proletariado es incapaz de establecer una relación socialista dentro de una organización política, que no puede resolver sobre bases sanas y fecundas sus relaciones con la ideología, con los intelectuales, con otras capas sociales, y que, por lo tanto, sería incapaz, en último termino, de dar solución al problema mismo del estado. b) La segunda es que esa organización solo será reconocida por el proletariado como un instrumento indispensable de su lucha si sabe aprovechar todas las lecciones del periodo histórico transcurrido, si se coloca al nivel de la experiencia y de las necesidades actuales del proletariado. La organización solo podrá desarrollarse, e incluso vivir, si su actividad, su estructura, sus ideas y sus métodos corresponden a la conciencia antiburocrática de los trabajadores, y la expresan, si es capaz de definir sobre bases nuevas la política y la teoría, la acción y el trabajo revolucionarios. LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA El fin, y simultáneamente el medio, de la política revolucionaria es contribuir al desarrollo de la conciencia del proletariado, en todos los terrenos y particularmente en el terreno donde los obstáculos a ese desarrollo son mas grandes. Pero la conciencia no es reproducción o aprendizaje de ideas traídas del exterior, contemplación de verdades intocables. Es actividad, creación, capacidad de producción. No se trata pues de desarrollar la conciencia con lecciones, sea cual sea la calidad del contenido y de los pedagogos, sino de contribuir al desarrollo de la conciencia del proletariado, en tanto que facultad creadora. No debe por tanto, imponerse al proletariado una política creadora, ni manipularlo. Tampoco cabe predicar o enseñar al proletariado una "teoría" correcta. La tarea de una política revolucionaria es contribuir a la formación de la conciencia del proletariado aportando los elementos de que este se encuentra desposeído. Pero solo el proletariado puede controlar esos elementos y, lo que es aun más importante, integrarlos de hecho en su propia experiencia. Eso es todo lo contrario de la simplificación o de la vulgarización, e implica mas bien una profundización continua de los problemas. La política revolucionaria debe, además, mostrar constantemente cómo los problemas más generales de la sociedad se encuentran también en la actividad y en la vida cotidiana de los trabajadores e, inversamente, cómo los conflictos que atraviesan esa vida son, en última instancia, de igual naturaleza que los que dividen a la sociedad. Debe mostrar la correspondencia que existe entre las soluciones que los trabajadores dan a los problemas que afrontan en la empresa y las que son validas a escala de la sociedad entera. En suma, debe precisar y formular los contenidos socialistas que el proletariado elabora constantemente, ya se trate de una huelga o de la revolución, darlos a conocer, mostrar su alcance universal. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que la política revolucionaria sea la expresión pasiva, el reflejo de la conciencia obrera. Esa conciencia contiene elementos socialistas y elementos capitalistas, lo hemos mostrado ampliamente. Ha habido Budapest (1956) y ha habido también extensas capas de obreros franceses que han utilizado los términos más despreciativos para hablar de los argelinos; hay huelgas contra la jerarquía burocrática y huelgas por categorías. La política revolucionaria puede y debe luchar contra la penetración perpetua del capitalismo en el proletariado, ya que la política revolucionaria no es sino un aspecto de esa lucha revolucionaria del proletariado contra una parte de si mismo. Eso implica necesariamente una elección en lo que produce, pide y acepta el proletariado. La base de esa elección es la ideología y la teoría revolucionaria. LA TEORÍA REVOLUCIONARIA La concepción de la teoría revolucionaria que ha prevalecido durante mucho tiempo -elaborada por los especialistas e introducida por el partido en el proletariado-está en contradicción directa con la idea de una revolución socialista como actividad autónoma de la masa. Pero es también profundamente errónea en el propio plano teórico. El contenido del socialismo es precisamente esa actividad creadora de la masa, que ninguna teoría ha podido ni podrá jamás anticipar. Pero sería también falso decir que, una vez sacadas las conclusiones de las acciones proletarias, la teoría posee la verdad, y que puede dejarla en formulaciones, cuyo valor no tiene desde entonces límites. Esas formulaciones solo son válidas hasta la fase siguiente de entrada en acción de las masas, ya que estas tienden, siempre a superar el nivel de actuación anterior, y por consiguiente, el de las conclusiones de elaboración teórica precedente. El socialismo no es una teoría verdadera que se opone a teorías falsas; es la posibilidad real de un mundo nuevo, que nace en las profundidades de la sociedad, y que pone en tela de juicio hasta la misma noción de "teoría". El socialismo no es una idea correcta. Es un proyecto de transformación de la historia. Su contenido consiste en que los trabajadores, que son actualmente objeto de la historia, pasen a ser plenamente sus sujetos, lo que seria inconcebible si el sentido de esa transformación fuera el privilegio de una categoría específica de individuos. La concepción de la teoría revolucionaria debe ser, consecuentemente, modificada: a) En cuanto al punto de partida de sus ideas y sus principios, que solo pueden ser la experiencia y la acción del proletariado, tanto histórica como cotidiana. Toda teoría económica debe ser reconstruida partiendo de lo que está contenido en germen en la tendencia de los obreros hacia la igualdad de los salarios; toda teoría de la producción partiendo de la organización espontánea de los obreros en la empresa; toda teoría política partiendo de los principios expresados en los soviets y consejos. Solo con estos puntos de referencia podrá la teoría descubrir y utilizar lo que tiene un valor revolucionario en la creación cultural general de la sociedad contemporánea. b) En cuanto a su objeto y función: Esta no debe ser la de definir las verdades eternas del socialismo, sino la de ayudar a la lucha por la liberación del proletariado y de la humanidad en su conjunto. Esto no significa que la teoría sea un apéndice utilitario de la lucha revolucionaria, ni que su valor se mida por el rasero de la eficacia propagandística. La teoría revolucionaria en sí misma es un momento de la lucha por el socialismo, en la medida en que es verdad. No verdad especulativa, verdad de contemplación, sino verdad que -unida a una práctica- esclarece un proyecto de transformación del mundo. Su función es, pues, el formular de manera explícita, en cada ocasión, el sentido de la obra revolucionaria y de la lucha de los obreros, precisar el marco donde esa acción se sitúa, significar sus diversos elementos y proporcionar una visión de conjunto que permita establecer la relación entre ellos, mantener viva la relación entre el pasado y el porvenir del movimiento. Pero su función, ante todo, es la elaboración de lo que pueda llegar a ser la sociedad socialista. El criterio último de la crítica del capitalismo y de la perspectiva de una nueva sociedad es -para la teoría revolucionaria- la actividad del proletariado. c) En cuanto a su modo de elaboración: Expresión de lo que posee un alcance universal en la experiencia del proletariado, y fusión de esa experiencia con los elementos revolucionarios que existen en la cultura contemporánea. La teoría revolucionaria no puede ser elaborada como en el pasado, por una capa especifica de intelectuales. El monopolio de los intelectuales en materia de teoría no ha sido roto por el hecho de que una delgada capa de obreros haya sido "educada" por la organización, y transformados así en intelectuales de segundo orden. Al contrario, el problema se ve simplemente perpetuado de esa manera. La tarea que se le plantea a la organización en ese terreno es asociar orgánicamente a los trabajadores en tanto que trabajadores, a la elaboración y discusión de sus concepciones. Esto significa que los problemas planteados, los métodos de elaboración y discusión, deben de ser transformados de tal modo que la participación de los trabajadores sea posible. Esto no es una "concesión pedagógica", si no la condición esencial para que la teoría revolucionaria sea consecuente con sus principios, su objeto y su contenido. LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA La organización solo podrá, pues, contribuir a la formación de la experiencia obrera si: a) Actúa ella misma de manera ejemplar. b) Ayuda a los trabajadores a actuar de manera eficaz y fecunda. La organización no puede renunciar a actuar o a tratar de influenciar en un sentido determinado las acciones que se desarrollan, sin renunciar a existir. Ninguna forma de acción, considerada en sí misma, puede ser proscrita de antemano; esas formas solo pueden ser juzgadas por su eficacia en cuanto al fin de la organización, que es siempre el desarrollo duradero de la conciencia del proletariado. Van desde la publicación de diarios y folletos hasta la difusión de panfletos llamando a la acción que, en una situación histórica, pueden permitir una toma de conciencia de los fines y de la voluntad de acción del proletariado. Esa acción solamente puede llevarla la organización, de una manera coherente y consciente, si tiene un punto de vista sobre los problemas, tanto inmediatos como históricos, que afronta la clase obrera, y si lo defiende ante ésta, es decir, si tiene un programa que condensa y expresa la experiencia del movimiento obrero hasta ese momento. Tres labores son de la mayor urgencia en el periodo actual y exigen una definición más precisa: La primera es conseguir que los obreros den expresión a su experiencia, ayudarles a tomar conciencia de lo que viven y piensan. Dos enormes obstáculos impiden esta expresión de los trabajadores: a) El primero es la imposibilidad material de expresarse, resultado del monopolio ejercido sobre los medios de expresión por la burguesía, los partidos que se dicen de "izquierda" y los sindicatos. b) Pero hay un segundo obstáculo aun más formidable: aun cuando se les proporcione los medios materiales, los trabajadores no se expresan. En la raíz de esta actitud se encuentra la idea, constantemente creada por la sociedad burguesa y propagada por las organizaciones "obreras", de que lo que tienen que decir no es importante. La convicción de que los "grandes" problemas de la sociedad no tienen relación con la experiencia obrera, que están al cuidado de los especialistas y los dirigentes, penetra constantemente en el proletariado. Esa convicción es, en última instancia, lo que constituye la condición de supervivencia del sistema de explotación. A la organización revolucionaria incumbe el combatirla, primero por la crítica de la sociedad actual, mostrando en particular el fracaso del sistema y la incapacidad de los dirigentes para resolver sus problemas; en segundo lugar, y sobre todo, mostrando la importancia positiva de la experiencia de los trabajadores, la respuesta que ésta contiene en germen a los problemas más generales de la sociedad. Solo en la medida en que se destruya la idea de que los obreros únicamente pueden decir cosas insignificantes, se expresaran los obreros. La segunda labor de la organización es situar ante el proletariado una concepción de conjunto de los problemas de la sociedad actual, y en particular del problema del socialismo. Es una dificultad que encuentran los trabajadores en ver la posibilidad de una gestión obrera de la sociedad. La organización debe suscitar de nuevo en el proletariado esa conciencia de la posibilidad del socialismo, sin la que el desarrollo revolucionario sería infinitamente difícil. La tercera labor de la organización es ayudar a los trabajadores a defender sus intereses inmediatos. La total burocratización de los sindicatos, la ineficacia de toda tentativa de reemplazarlos por nuevos sindicatos "mejorados", hacen que solo la organización revolucionaría pueda, en el periodo actual, ejecutar una serie de funciones esenciales para el éxito y hasta para la simple existencia de luchas reivindicativas: funciones de información, de comunicación, de unión, funciones materiales y, sobre todo, funciones de clarificación sistemática, por medio de la difusión de reivindicaciones, de información de métodos de lucha ejemplares efectuadas por tal o cual grupo de trabajadores. Esa acción de la organización no contradice en modo alguno la importancia que podrían adquirir en el futuro grupos de lucha minoritaria, autónomos, en la empresa. La acción de esos grupos solo podría ser eficaz si llegan a sobrepasar el estrecho marco de la empresa y a extenderse en el plano interprofesional y nacional; la organización puede aportar una experiencia decisiva a esa expansión. Pero esos grupos solo tendrían una existencia pasajera, a menos de estar anima dos por militantes convencidos de la necesidad da una acción permanente, capaces de relacionar esa acción con los problemas que sobrepasan la situación de los trabajadores en la propia empresa. Esos militantes encontrarán en la organización un apoyo indispensable para su acción. En otras palabras: la constitución de grupos minoritarios en las empresas se realiza en función de la actividad de la organización revolucionaria. ESTRUCTURA DE LA ORGANIZACIÓN En este terreno, igualmente, la organización debe inspirarse en las formas socialistas que el proletariado ha creado en el curso de la historia. Debe dejarse guiar por los principios que están en la base del soviet y del consejo de empresa y -sin copiar literalmente estos tipos de organización- transponerlos a las condiciones en que esta situada. Esto significa: a) Que las organizaciones de base disponen en la determinación de sus propias actividades, de la más amplia autonomía compatible con la unidad de la acción general de la organización. b) Que la democracia directa, es decir, la decisión colectiva de todos los interesados, es aplicada siempre -que sea materialmente posible. c) Que los organismos centrales con poder de decisión están constituidos por delegados de las organizaciones de base, elegidos y revocables en todo momento. Dicho de otro modo, son los principios de la gestión obrera los que deben regular la estructura y el funcionamiento de la organización, dado que los principios capitalistas conducen necesariamente a producir relaciones capitalistas. Partiendo de los principios de la gestión obrera, la organización debe resolver el problema de la relación entre la centralización y la descentralización. La organización es una colectividad de acción. Todas las cuestiones que conciernen al conjunto de la organización requieren pues, necesariamente, decisiones centralizadas. Centralizadas no quiere decir tomados por un comité central, sino al contrario, tomadas por el conjunto de la organización, ya sea directamente o por medio de delegados elegidos y revocables, por voto mayoritario. Es por otra parte esencial, que los organismos de base regulen de manera autónoma, en el marco de esas decisiones centrales, su propia actividad. Sin embargo, el problema de la democracia en la organización no concierne solo a la forma bajo la cual son tomadas las decisiones, sino al conjunto del proceso. La democracia solo tiene sentido si los que pueden decidir pueden hacerlo con conocimiento de causa. El problema de la democracia abarca también el problema de la información adecuada, pero al mismo tiempo, mucho más: la naturaleza de los problemas planteados y la actitud de los participantes frente a esos problemas y frente a los resultados de cualquier decisión. Finalmente, la democracia no es posible sin una participación activa y permanente del conjunto de los miembros de la organización en su trabajo y su funcionamiento. Esa participación, a su vez, no es ni debe ser el resultado de particularidades sicológicas de los militantes, o de su entusiasmo, o de su fuerza de carácter. Depende, ante todo, del tipo de trabajo que les proporcione la organización, y de la manera como ese trabajo sea concebido y efectuado. Si ese tipo de trabajo les reduce a ser ejecutantes de decisiones tomadas de hecho por otros, su participación será ínfima, ya que el ejecutante más escrupuloso solo participa en su trabajo de ejecución con una pequeña aportación de su capacidad. El grado de democracia de la organización viene medido por la posibilidad que proporciona a cada uno de sus miembros de participar en la marcha de la misma. ¿Puede pretenderse haber resuelto de esta manera, definitivamente, todos los problemas? ¿Está protegida la organización de las formas de pensamiento de la sociedad establecida? ¿Ha encontrado la receta que evitara a la organización cualquier burocratización, y al proletariado cualquier error y cualquier derrota? Suponer eso sería no haber comprendido nada de cuanto acabamos de decir. La actividad revolucionaria está sometida a una profunda contradicción, pues lo mismo que el proletariado, participa de la sociedad que quiere destruir. Es absurdo querer buscar ahora una solución teórica de esa contradicción real. Se resuelve, en parte, por la práctica, cuando un revolucionario expone ante los obreros ideas que les permitan organizarse y clarificar su experiencia, y cuando esos obreros utilizan las ideas para ir más lejos, para darles nuevos contenidos y, finalmente, "educar" al "educador". Se resuelven cuando una organización propone una forma de lucha que es aceptada, enriquecida, ampliada por los trabajadores. Se resuelven cuando en el seno de la organización se instaura un verdadero trabajo colectivo: cuando las ideas y la experiencia de cada uno son discutidas por los demás y superadas para fundirse en una perspectiva y una acción comunes. Nada de todo esto llegara a ser resuelto definitivamente. La participación efectiva de los militantes será siempre un problema, una labor que deberá realizarse cada día. Se debe educar a los militantes en la idea de que el criterio esencial del socialismo se encuentra en los hombres que luchan hoy día, y no en las resoluciones votadas el año pasado. Pero el riesgo nunca puede ser eliminado totalmente; en todo caso, no se elimina suprimiendo la teoría y el programa, ya que eso no es sino eliminar todo programa racional. No es el militante revolucionario el que crea esta situación contradictoria. Le es impuesta al proletariado por su inclusión en la sociedad capitalista. Lo que distingue al militante revolucionario del filósofo burgués es que no se deja fascinar por la contradicción constatada, sino que lucha para superarla, y que no busca superarla en una especulación solitaria, sino por la acción colectiva. Y ACTUAR ES, ANTE TODO, ORGANIZARSE. Barcelona, 1º mayo 1971 SUMARIO INTRODUCCIÓN .............................................................1 CAPITULO I. El socialismo: gestión de la sociedad por los trabajadores....2 - La autonomía del proletariado ..........................................2 - El desarrollo del proletariado hacia el socialismo .....................3 - Carácter contradictorio del desarrollo del proletariado ................4 CAPITULO II. El proceso de degeneración de las asociaciones obreras ......6 - La desvalorización de la teoría revolucionaria .........................7 - La desvalorización del programa y de la función del partido.............7 - El partido revolucionario organizado según un modelo capitalista........8 - Las condiciones objetivas de la burocracia..............................8 - El papel del proletariado en la degeneración de las organizaciones ..........................................................10 CAPITULO III. Comienza un nuevo periodo del movimiento obrero ...........11 - Proletariado y burocracia en el periodo actual ........................11 - La necesidad de una nueva organización ................................12 - La política revolucionaria ............................................13 - La teoría revolucionaria...............................................14 - La acción revolucionaria...............................................15 - Estructura de la organización .........................................16